La medicina natural trata de curar las dolencias actuando sobre la raíz de los problemas, en lugar de actuar únicamente sobre los síntomas.

Sobre todo, se fundamenta en la prevención de la enfermedad. Si enfermamos, debemos encontrar las causas, corregir los malos hábitos y buscar un remedio adecuado, que podemos encontrar en la misma naturaleza. La hidroterapia es el uso del agua como remedio terapéutico para la prevención y tratamiento de enfermedades, con el que se puede lograr numerosas mejorías.

Los estímulos fríos y calientes sobre el cuerpo producen diversas reacciones fisiológicas. Los estímulos fríos tienen también unos efectos claros sobre el estado general. Hipócrates, el llamado padre de la medicina, usaba frotaciones en el baño frío con sus pacientes y observó que el uso del agua caliente enfriaba, mientras la fría calentaba. En función de la sensibilidad y la habituación se realizan con diferentes temperaturas del agua, distintas duraciones y en zonas del cuerpo de distinto tamaño.

Estos estímulos se suministran en forma de baños, chorros, lavados, vahos y cataplasmas. Se utiliza sobre todo el agua fría. Los tratamientos previos con calor sirven frecuentemente para poder administrar con más intensidad el posterior tratamiento de frío.

La hidroterapia está indicada para el tratamiento sintomático de dolencias agudas, pero sobre todo como una cura de varias semanas o como un elemento regular de la higiene diaria.

Una buena práctica para hacer en casa es la ducha alternante de agua caliente y fría. La ducha de contraste reactiva la circulación sanguínea y tonifica la piel. También nos ayuda a recuperar energía y a mejorar el estado de ánimo general. Podemos realizarla tres veces con temperatura del agua caliente y tres veces con temperatura del agua fría. Terminando siempre con agua fría. La reticencia inicial al agua fría se puede vencer en un par de días, convirtiéndose en un agradable estímulo.