El mundo de la moda acaba de ver nacer una nueva marca valenciana de tops de punto, hechos de forma artesanal, con materiales de primera calidad y ediciones limitadas, que hace guiños al arte y que pretende convertirse en referente de la exclusividad con el objetivo de venderse por toda Europa.

The Knitted Troopers (La tropa del punto) acaba de lanzar su primera colección como marca, "Wanderer", en la que las lanas españolas dan forma a originales y exclusivos diseños para evocar ciudades como Barcelona, Niza, Venecia o la antigua Berenice egipcia, con combinaciones de negro y blanco, azul, morado, rojo o camel.

La inquietud de Anïs Vauxcelles por todo lo que tiene que ver con el arte, la moda, la fotografía y el diseño llevó a esta joven valenciana a estudiar patronaje, y combinar sus estudios de Diseño de Moda con Bellas Artes.

De la mano de su madre, que había empezado a hacer tops de punto, entró en el mundo del ganchillo, una técnica para tejer "muy intuitiva" que pronto dejó de tener secretos para ella y con la que consiguió superar los diseños de su maestra, lo cual, según confiesa, les hizo "emocionarse creando".

"Nos juntamos con un montón de tops, que obviamente yo no me iba a poner, pero me di cuenta de que a mis amigas y a mis primas les gustaban; todo el mundo quería uno", y en agosto de 2015 decidió crear la marcar The Knitted Troopers, cuyas primeras 50 piezas agotó con el "boca a boca", lo que le hizo darse cuenta de que "podía ser un negocio".

Fue entonces, después de haber salido hacía ya un tiempo de una empresa de moda en la que trabajó como diseñadora de punto, cuando decidió investigar este material, sus combinaciones y su forma de trabajarlo, así como las empresas que lo usaban.

Se dio cuenta de que "había bikinis de croché (ganchillo) y suéters, pero no tops de calidad".

Había empezado un Máster de Dirección de Arte en Barcelona y trabajaba en la marca, pero se le echó encima la temporada del invierno pasado y solo se pudo centrar en hacer gorros de lana gorda "tan de moda" y complementos, con los que pudo recuperar toda la inversión realizada.

Eso fue el detonante para centrarse en hacer la colección que ahora ve la luz y con la que confía "ser conocida en toda España" -sus ventas hasta ahora se han centrado en la Comunitat Valenciana y Barcelona, donde reside-, para dar el salto a ciudades como Londres, París o Amberes, "donde se mueve la venta de ropa de alta gama".

Se pasó a la plataforma de venta "Shopify" para "tener más repercusión" y contó con la colaboración de la "instagramer" María Bernand para hacer un catálogo de sus propuestas ("lookbook"), con la muralla roja del estudio de arquitectura Bofill de escenario.

Reconoce que sus precios son elevados -más de 85 euros- pero argumenta que cada pieza es exclusiva e integrada en una edición limitada, su confección tarda "entre ocho y diez horas" y con lana de alta calidad española, "cien por cien viscosa, que la hace fresca y blanda".

Además, cada prenda está acompañada de un certificado de autenticidad, que especifica el número de modelo y el de piezas que hay iguales, con una nota de puño y letra de agradecimiento de la propia diseñadora y llega al cliente en un cuidado paquete con el top en papel de seda en una caja blanca.

"Soy muy perfeccionista. Reviso cada pieza, sus costuras, antes de meterla en la caja para enviarla", asegura la joven, que trata cada pieza que confecciona ella misma "como una obra de arte" y que prefiere perder dinero antes que un cliente.

Sus diseños se identifican con valores estéticos como el "slow movement", una alternativa a la producción masiva, la "unicidad" de cada pieza y el pastiche y, aunque ahora solo son cuatro manos para confeccionar "pocas piezas", confía en llegar a un centenar de prendas "siempre en edición limitada y manteniendo la unicidad".