Visto con perspectiva, el vestido de novia blanco es un invento reciente, y circunscrito a la cultura occidental. De datarlo, la fecha clave sería 1840, cuando la reina Victoria de Inglaterra contrajo nupcias con su primo el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. La revolución industrial amenazaba a los artesanos que tejían encajes. Como un gesto hacia ellos, la soberana escogió para su boda una pieza de encaje Honinton hecho a mano. Y se decidió que como mejor iba a lucir era sobre satén blanco. En aquella época las casas reales o nobles elegían mayoritariamente bordados en oro y plata.

La reina Victoria, de blanco brillante, sin corona ni tiara y con velo, se considera la imagen de la novia "moderna". A ello contribuyó también la difusión de la imagen. Curiosamente, en el año del enlace la fotografía todavía se encontraba en sus albores y lo que se difundieron fueron retratos. Y 14 años después los reyes volvieron a vestir sus ropajes nupciales para posar ante la cámara. Esas fotos marcaron tendencia y, aunque la reina británica no fue la primera en usar el blanco, sí lo popularizó.

Ya en Roma las novias se casaban con la misma túnica blanca (el color de Himeneo, dios de la fecundidad y el matrimonio) de diario, aunque complementado con un velo color púrpura y zapatos color azafrán. Entre los griegos era de color amarillo. Durante la Edad Media y el Renacimiento lo habitual eran los colores fuertes, sobre todo púrpuras, rojos o azules. Pero entre reyes y nobles. El motivo: esos tintes requerían un tejido especial y eran mucho más caros que los tintes naturales vegetales. Entonces se usaban brocados, terciopelos, las sedas adamascadas, pieles, gemas incrustadas... Catalina la Grande de Rusia se casó rodeada de plata. Los vestidos de novia de clases bajas se hacían en lino o lana.

En las dos primeras décadas del siglo XX, el color de moda en el vestido de novia seguía siendo el blanco, pero apareció el negro como novedad, a menudo reservado a las novias sujetas a los prolongados lutos y sobre todo a las clases populares. En España, el oscuro total se prolongó más debido a las penurias de la posguerra, lo que retrasó la entrada de la moda nupcial blanca europea. De esta manera, el traje podía volver a usarse en otras ocasiones. En 1900 se introdujo en España el velo blanco (podían verse novias de negro con mantilla blanca). El vestido níveo solo se reservaba a las clases altas. Aunque, en honor a la verdad, en 1660 la infanta María Teresa de España iba de negro el día que se unió a Luis XIV.

Las primeras grandes bodas reales mediáticas (retransmitidas por televisión) como la de la española Fabiola de Mora y Aragón con Balduino de Bélgica y la de la actriz Grace Kelly con Rainiero de Mónaco supusieron el lanzamiento definitivo de color blanco. En los años 40, tras la Guerra Civil, ya prácticamente todas las españolas se casaban de blanco.

Aunque se dé por hecho que el blanco simboliza la pureza, tampoco es así según la época o la cultura. En la antigua Grecia el blanco era símbolo de alegría, por eso los griegos vestían así en los festivales. Para el islamismo el color de la pureza es el negro y en Japón, las novias prefieren el rojo. Originalmente, el blanco representaba la sencillez de la novia, no su virtud.