La playa, ese lugar en el que la mayor parte de los defectos corporales quedan al descubierto, no tiene por qué ser la excusa para tener un look descuidado. Todo lo contrario.

Eso que siempre se ha considerado estilo típicamente playero ya no está en boga y da paso a una forma de vestir mucho más elaborada.

Esto no quiere decir que se abra la veda para tumbarse en la hamaca con maquillaje y cubiertas de joyas. Una cosa es eso y otra presentarse ante la familia o los amigos hecha un adefesio, con chanclas y un pareo anudado a la cintura.

La clave es buscar una alternativa que permita salir directamente al chiringuito o al restaurante sin necesidad de pasar por una sesión de chapa y pintura. No es tan difícil.

Basta con escoger un minivestido con gracia, de una tela bonita, con un cinturón un poco llamativo y unos pendientes largos, para lucirlos después de la sesión de mar y sol.

Un sencillo cesto de rafia es un excelente complemento para llevar las cosas imprescindibles, porque nada hay tan vulgar como presentarse en el arenal de turno como si del desembarco de Normandía se tratase. Así que el secreto para triunfar es vestirse como si en realidad no se fuese a la playa, sino a dar un agradable paseo por el puerto o a hacer compras por el pueblo.

Merece la pena no bajar la guardia nunca, porque en el lugar más recóndito puede aparecer alguna persona conocida que no tiene por qué asombrarse ante nuestro disfraz playero.

Otro buen truco es sustituir el bikini por el bañador, que puede servir como body con un pantalón ancho y ligero -tipo pijama-, que tanto se llevan este año, o incluso con una falda larga de volantes.

Las que no pueden prescindir del bikini tienen a su disposición multitud de modelos tipo bandeau, ideales para llevar debajo de un vestido o camisa semitransparente.