El desfile de Ermenegildo Zegna, en las antiguas instalaciones de la feria de Milán, se convertía en todo un símbolo de la dirección que está tomando la moda italiana, que a finales de junio presentaba las tendencias del vestir masculino para la primavera-verano 2014. Si algo ha destacado en esta edición de la semana de la moda de Milán es que la industria del vestir italiana está revalorizando aquello que la ha hecho internacionalmente reconocida, y que es su capacidad para elaborar desde los hilados a las prendas en manufacturas, propias o ajenas, pero genuinamente italianas. Y en ello han basado sus colecciones las marcas de lujo, que son mayoría en la pasarela.

Quedaba bien patente en el desfile de Ermenegildo Zegna, tanto en la colección como en un audiovisual que se proyectaba en unas pantallas gigantes que rodaban a los asistentes. Imágenes estéticamente impecables y sonidos de los mecanismos de distintas máquinas textiles, ambientados con una melodía de piano compuesta para la ocasión, acompañaban a los modelos por la pasarela. Una idea del debutante -en Zegna, ya que acredita una trayectoria impecable en otras firmas- Stefano Pilati, que al incorporarse a la legendaria empresa y conocer de primera mano su enorme capacidad industrial decidió sacar el máximo partido de sus posibilidades en cuanto a la innovación y producción y realizar su propuesta de acuerdo con ello. El resultado son prendas de vocación clásica, pero con algunos detalles que le dan contemporaneidad, con chaquetas menos estructuradas y más relajadas, gabanes que se ajustan con cinturón, realizados en lanas y sedas tratadas para darles frescura y movimiento.

Pero ese empeño de la moda de lujo italiana por reivindicarse daba otro golpe de efecto al renovar el comité directivo de la Camera Nazionale de lla Moda, que organiza los desfiles, con algunos de los nombres clave, -el mencionado Zegna, Della Valle (Tod´s y Hogan), Missoni, Fendi, Loro Piana...- de la industria del vestir, con el objetivo de recuperar preponderancia internacional, que en los últimos tiempos ha ido perdiendo a favor de otras ciudades, y para promocionar, aumentando la intensidad de las actuaciones o los recursos económicos del 'made in Italy'. Centrándose en la pasarela, quedaba claro a lo largo de los tres días de desfiles que el propósito es avanzar pero sin perder la esencia del estilo italiano, que propone un hombre elegante, pero moderno, discreto casi siempre, pero con detalles atrevidos y sorprendentes. Y con un cierto gusto por lo artístico. Entre los rasgos que llaman la atención, la insistencia en el pantalón corto como atuendo habitual del verano, tanto en versión informal como en trajes, incluso para la noche. Una cierta feminización de la ropa que se aprecia por una parte en el uso de tejidos más propios de la ropa de mujer, como sedas y tafetanes y, sin apartarse del tema de los materiales, muchos experimentales, que van desde las lanas y algodones tratados hasta materias con texturas de neopreno, metalizados y tecnológicos, con prestaciones adecuadas para el verano.

Otra característica de las tendencias es que las camisas diversifican sus formas, en algunos casos son prendas a medio camino entre camisa y chaqueta o cazadora, en otras cambian los cuellos y las formas de abrocharlas, o se presentan como caftanes cortos. Destacan las de Bottega Veneta con bolsillos, cuellos, botones, dibujados sobre la tela (el mismo efecto que hace en americanas y otras prendas). También hay novedades en las camisetas que, al realizarse en tejidos que no son de punto o en materiales como la piel, se convierten en una especie de blusas. Frente al predominio de colores típicamente masculinos, como gris, azul o beige, y el imprescindible blanco en sus diversas derivadas, destacan los estampados, de flores (Gucci, Bikkembergs), con postales de lugares históricos y paisajes bucólicos (Dolce & Gabbana), reproducciones de motivos y mujeres tahitianas (Prada) o motivos tribales (DSquared y John Richmond).