Gatos, palomas, tortugas, patos e, incluso, gansos son animales que, por culpa del ser humano, se han convertido en ´problemas´ en algunas ciudades. Los políticos, en general, propusieron en las últimas elecciones municipales distintas soluciones. Todas, prácticamente, han fracasado.

¿Por qué? Pues porque no contaron con la opinión de técnicos cualificados. El gran Félix Rodríguez de la Fuente decía en 1978 en la radio que: «Cuando uno tiene una enfermedad o debe operarse de algo, va a un científico, en ese caso a un médico que le cura. Y cuando atraviesa un puente, va confiado porque sabe que lo ha realizado un científico, en ese caso un ingeniero. Pero que, en España, cuando se tiene que tomar una decisión importante a medio o largo plazo, la decide un político que no es un científico y que, sin duda, tiene asesores que lo son pero a los que sólo escucha si lo que dicen conviene para sus intereses personales, electorales o de partido». Fin de la cita.

Desde entonces, y hasta ahora, las cosas no sólo no han evolucionado, sino que han ido a peor, entre otras cuestiones porque son muchos los que, hoy en día, se atribuyen la condición de técnicos o científicos y no lo son.

Así, por ejemplo, las famosas esterilizaciones de gatos que se han desarrollado en tantos municipios de España, salvo escasas y honrosas excepciones, no han tenido los resultados que se esperaban. Han ayudado, eso sí, a gatos concretos a los que se ha esterilizado pero no han conseguido lo más importante: control, protección y actuación de presente y futuro, así como respeto para esas colonias. Muy al contrario, lo que han provocado son actitudes de intolerancia y rechazo hacia las mismas que, desgraciadamente, ya sabemos quién pagará con sus vidas ¿Era eso, realmente, lo que se buscaba? Tampoco estuvieron acertados con las tortugas. No supieron parar a tiempo su venta y ahora quieren sacrificarlas. ¿Qué nivel de protección es ese? Y qué decir de los patos y gansos comprados a granel para, posteriormente, ser abandonados en parques públicos. Aún hoy en día se siguen vendiendo como si nada.

Por eso, propongo, humildemente, dos cosas. La primera que, obligatoriamente, las decisiones políticas antes de llevarse a cabo sean avaladas por científicos en la materia. Y, la segunda que, los errores que cometan, los paguen, sí, pero, no sólo en las urnas, también en sus cuentas bancarias. El día en que eso pase dejará de haber políticas de derechas o de izquierdas, sólo habrá de sentido común.