Mientras no demos el paso de dejar de utilizar a los animales como si fuesen objetos, evitando su instrumentalización con el único objetivo de que el ser humano obtenga un beneficio, no podremos luchar de forma coherente por sus derechos.

Hay situaciones en las que la utilización de los animales, y su consecuente maltrato, son muy evidentes. Pero existen otras formas más sutiles y más difíciles de percibir por la sociedad en general. Una de estas formas es la utilización de los caballos para ocio y diversión de los seres humanos. Que a un animal no se le pegue y se cubran sus necesidades básicas (alimentación) no significa que el trato hacia el mismo sea adecuado, justo y digno. La forma de verlo es tan sencilla como ponerte en su lugar y pensar si esa vida que lleva ese animal utilizado para que tú te lo pases bien sería la que a ti te gustaría vivir. También es importante tener una visión objetiva de las situaciones y no juzgar simplemente por lo que vemos a través de los ojos en momentos puntuales. Por eso, si te gustan los caballos, no los montes, y si quieres descubrir el motivo, acude a las fincas donde se suelen llevar a cabo estas prácticas y mira el tipo de vida que llevan estos animales. Después, plantéate si ese tipo de vida es compatible con la dignidad y la felicidad de los mismos. Los momentos que pasan esos animales pudiendo realizar actividades propias de su especie y que les produzcan bienestar son mínimos o inexistentes. Son muy pocos los sitios donde les permiten pasear libremente, salir al campo y relacionarse con otros caballos o, en definitiva, tener una vida plena que les proporcione felicidad y les permita cubrir las necesidades propias de su especie. Por eso, si te gustan los caballos, deja de utilizarlos como si fuesen cosas sin sentimientos ni valor y como si no tuviesen derecho a disfrutar de su vida, de su espacio y de su libertad. Si de verdad te gustan y los amas, respétalos y permite que se les trate como se merecen, no fomentando su esclavitud.