Estos centros, en su mayoría tan desconocidos, son oficiales y dependen directamente de Medio Ambiente. Su labor es recuperar animales salvajes de nuestro entorno. Por tanto, no se dedican a recoger animales de compañía ni tampoco exóticos; es decir, ni perros, ni gatos, ni loros, ni iguanas, ni, por supuesto, cerdos vietnamitas. Otra cosa es que, a veces por ayudar, lo hagan.

¿Y por qué recogen animales como, por ejemplo, búhos, águilas o zorros si viven en libertad? Pues porque se encuentran heridos, enfermos o necesitan ayuda. Entonces los rescatan, los curan e, incluso, cuando están recuperados los sueltan para que puedan vivir en libertad. Sin embargo, no siempre es posible hacerlo.

¿Y qué ocurre entonces? Pues que se colapsan. Sí, se llenan. Es ese el momento en el que han de optar por el sacrificio de algunos de ellos o, por el contrario, por el cierre de la entrada a más animales. En realidad, en la práctica, ambas medidas tienen el mismo resultado porque, al fin y al cabo, el animal que no entra y necesita ayuda acaba muriéndose fuera. Esa es la verdad.

Por otro lado, entre las funciones de estos centros hay una más que aún no he comentado. Se trata la recogida de especies invasoras. Actualmente son los únicos autorizados para recoger mapaches, coatís, galápagos de Florida, cotorras, etc.

Así, esos animales que algunos venden, compran y abandonan con tanta facilidad, acaban siendo recogidos en estos centros con el final que todos ustedes ya pueden imaginarse: efectivamente, el sacrificio. ¿Se dan cuenta? Mientras tanto, ni se crean nuevos centros específicos para esos animales ni tampoco se amplían los existentes. Una auténtica vergüenza.

¿Culpables? Por un lado, la Administración que pisa moqueta y todo lo ve desde la comodidad de un despacho. Y, por otro, por supuesto, los de siempre, los políticos que, aunque prometen y hablan mucho, en realidad, casi nunca hacen ni dicen nada.