La defensa de los animales en algunas partes pasa por tener al hombro un fusil. Muchas ONG dedican una buena parte de su presupuesto a armar a ejércitos de guardabosques. De ellos depende que los furtivos no acaben con los animales. Hasta ahora era un mundo de hombres; afortunadamente, ahora también de mujeres.

Los principales parques naturales de África ven cómo, cada año, la población de animales salvajes que ellos acogen, se va reduciendo sin remedio. Los elefantes y rinocerontes, los leones y los gorilas, son los que más padecen esta persecución continua.

Los datos no engañan. En estos últimos cinco años la población de los mismos se ha visto dividida por la mitad. Sólo el año pasado fueron cazados 30.000 elefantes y más de 1.200 rinocerontes. La razón es sencilla: todos tienen un gran valor en el mercado del tráfico ilegal de especies. Unos por sus colmillos, otros por su piel o, incluso, en el caso de los gorilas, por sus manos disecadas, que son vendidas como ceniceros en las tiendas más exclusivas de Nueva York.

El año pasado, el tráfico ilegal de especies movió 25.000 millones de dólares. Lo mismo que el tráfico de drogas o el de armas.

Las noticias sobre incautaciones de animales se suceden en todo el mundo. En España, por ejemplo, sólo en las últimas semanas han sido dejados abandonados varios pequeños primates en las puertas de distintas clínicas veterinarias de Madrid. Fuera la situación no es mejor.

Acaba de ser intervenido un barco en aguas asiáticas con más de cien pangolines, una especie de pequeño mamífero en peligro de extinción, cuyo valor en el mercado negro superaría el millón de dólares. Y, así, suma y sigue.

Por eso, es lógico que países como el Congo tenga ya un ejército de más de 600 guardabosques dedicados a proteger a la población de gorilas, población que, tristemente, se ha visto reducida en estos últimos años a sólo unos cientos. Este nutrido ejército de animalistas lo forman tanto hombres como, desde hace unos meses, también mujeres que, fusil en mano, están a dispuestos a dejar sus vidas por la de ellos. Nuestro mayor reconocimiento a su labor y mérito.