En el año 2007 se dio a conocer la historia de un gato llamado Óscar. En realidad, a priori, nada tenía de especial. Se trataba de un gato tranquilo y apacible de compañía, que vivía en una residencia de ancianos.

Sin embargo, pronto se hizo mundialmente conocido. Óscar tenía una extraña habilidad. Cada vez que un interno se ponía enfermo e iba a morir, Óscar aparecía por la habitación y se negaba rotundamente a marcharse de la misma. Tan sólo unos días más tarde, matemáticamente, como una especie de ciencia exacta, la persona fallecía.

Hoy en día, está probado y constatado por la ciencia que, mientras Óscar vivió en el centro, acompañó, una por una, con idéntico comportamiento, la muerte de más 25 personas en dicha residencia. Su caso fue estudiado por el New England Journal of Medicine y finalmente, se llegó a la conclusión de que, en efecto, sin lugar a dudas, Óscar predecía la muerte. Pero, ¿cómo lo lograba? Pues, según los investigadores, erasimple ciencia. Verán, al parecer, todas las personas -también el resto de animales- producimos un olor especial a la hora de morir. Óscar había aprendido a distinguirlo e, incluso, a algo más difícil, a saber lo que eso significaba. ¿Se dan cuenta? No es futuro ni ciencia ficción. Hoy en día la medicina utiliza todo esto para simple provecho humano. Se trabaja, por ejemplo, con perros capaces de detectar posibles bajadas de azúcar, inminentes ataques epilécticos e, incluso, la cercana aparición de un cáncer.

Hasta ahí, todo claro. Sin embargo, hay que reconocer que, lo que no ha conseguido explicar aún la ciencia es cómo los animales conocen el momento exacto en el que ellos mismos van a morir o, sin ir más lejos, la cantidad de relatos y casos contrastados en los que un perro comienza a aullar o ladrar histérico, en el mismo momento en el que su dueño, a muchos kilómetros de allí, fallece víctima de un accidente. ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo lo siente? De momento no hay respuesta alguna salvo, claro está, la de esa línea invisible pero, irrompible, que une a las personas y a los animales en la vida pero, también, en la muerte. Quizás algún día la ciencia pueda explicarlo con palabras pero, de momento, sólo tenemos sentimientos para hacerlo, le llamamos AMOR.