Champi aguarda paciente frente a la puerta de Urgencias del Hospital Reina Sofía.

Su dueño, un hombre de 89 años, está ingresado debido a una pequeña infección de orina; no es grave, pero es algo que su pequeño amigo ni sabe ni podría comprender.

Quizás por eso, y a pesar de transcurrir las horas, Champi permanece igual de tranquilo.

Esperando frente a la puerta. Viendo a decenas y decenas de personas entrar y salir sistemáticamente, rostros opuestos que varían entre gestos preocupados y alegres. Otros perros en la historia han vivido esas horas de incertidumbre durante mucho mas tiempo, fueron semanas, meses o años.

Bobby

Bobby era el terrier de un policía llamado John Gray de la ciudad de Edimburgo. Un 15 de febrero de 1858, John murió debido a una tuberculosis repentina. Fue enterrado en el cementerio de Greyfriars Kirkyard, lugar donde descansarían sus restos, y allí, sobre la tumba de su dueño, permanecería Bobby haciendo guardia junto a su mejor amigo nada mas y nada menos que catorce años. Los inviernos han de ser duros en Escocia, pero quizás no suficientes para quien ya lo ha perdido todo. Cuando murió Bobby, ya siendo una leyenda local (alimentado y admirado durante todos esos largos años), construyeron una estatua en su honor cerca del cementerio que, intencionadamente, apuntaba directamente a la tumba de su amigo Gray.

Fido

Italia, finales de la década de 1930. Un joven llamado Luigi adoptó a un perrito al que bautizó como Fido. Todas las mañanas iban juntos a la estación de ferrocarril, situada a unos dos kilómetros de su hogar. Él era carpintero y su única forma de ir al trabajo era tomando el tren. Cuando lo cogía, Fido volvía solo a casa, y a las 17.30 de cada tarde allí retornaba de vuelta a la estación a esperar a Luigi. Todo cambió en 1943, Luigi fue reclutado por el ejercito para ir al frente ruso y Fido se quedó en su pequeño pueblo italiano. Uno se fue y el otro se quedó. Fido volvió todos y cada uno de sus siguientes años de vida a la estación con la misma esperanza de siempre, a pesar de la vejez y la artritis. Murió en la estación cubierto de nieve un invierno de 1950. Ahora, casi setenta años mas tarde, una estatua dedicada a Fido en la misma estación se erige sobre el epitafio: "Un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión del amor y la fidelidad."

Canelo

En Cádiz, a finales de los 80, un hombre de quien se desconoce su nombre, vivía sólo junto a su inseparable y leal perro. El hombre padeció una serie de complicaciones renales a lo largo de su vida por lo que el paseo con Canelo hasta el Hospital Puerta de Mar era ya algo habitual. Aquellos días en los que su dueño se sometía a tratamientos de diálisis, Canelo esperaba en la puerta paciente hasta que aquel hombre salía por la puerta para volver a casa una vez más. Cierto día, durante uno de sus tratamientos, sufrió una complicación y falleció en el hospital. Doce años esperó Canelo tras aquella mañana a su amigo. Nunca apareció. Durante doce largos inviernos no le pudo al hambre y la sed. Nunca se movió de aquella puerta. Fueron muchos los intentos por acogerlo pero nunca fue posible moverlo de allí. Él sólo esperaba a su amigo para volver a casa. Murió atropellado en diciembre del 2002 en las cercanías del hospital. El pueblo gaditano, en reconocimiento, le dedicó una placa y una calle que ahora luce en su honor.

Hachiko

Mundialmente conocido. Hachiko nació en 1923 en la ciudad japonesa de Odate. Su dueño se llamaba Hidesamuro Ueno, un humilde profesor de agricultura. Al igual que Fido, Hachiko se acostumbró a lo largo de su vida a esperar todas las noches a que su dueño volviera de trabajar en la estación de trenes Shibuya. Sin embargo, sólo dos años después murió Ueno a causa de un paro cardiaco mientras daba una de sus clases en la Universidad de Tokio. Ueno nunca volvió a bajar de ese tren. Hachiko por el contrario lo esperó durante 9 años. El 8 marzo de 1934 fue encontrado muerto frente a la estación de Shibuya, después de esperar en vano el regreso de su compañero. Murió después de haber sufrido un cáncer terminal y una filariasis (infección de gusanos) en el corazón. Convertida en toda una leyenda, el 8 de marzo de cada año, Hachiko es conmemorado en la estación Shibayu.