Es la abanderada internacional de la música mexicana contemporánea; con un premio Grammy genérico, tres latinos y millones de discos vendidos en varios continentes. Pero para Lila Downs (Tlaxiaco, 1968) lo importante es llevar la voz y la mirada de su país y su cultura por el mundo "para que sea mejor comprendido".

En el último disco que ha presentado en España, "Las Balas y chocolate" del título funcionan para ella como el ying y el yang. "Las balas -explica-son el peligro y la violencia. Simbolizan la pelea, que está en el ánimo del hombre y en su consciencia de la supervivencia. El chocolate tiene algo sagrado, espiritual para la cultura mexicana; conecta con la armonía de la madre naturaleza. Lo uno puede estar cerca del universo masculino y lo otro del femenino, pero la realidad es que queda en cada uno de nosotros decidir qué camino deseamos recorrer, al margen del sexo que tengamos".

No aprecia diferencias de género a la hora de afrontar los problemas económicos y la actual crisis de valores. "Hombres y mujeres lo pasan fatal, cada cual en su estilo", afirma la mexicana. No cree que, frente al romance, existan más desemejanzas que esas "que todos conocemos y son maravillosas". "Estoy convencida de que si profundizáramos más en aquello que los sexos tenemos en común, habría más amor entre nosotros", añade.

Encuentra diferencias en el modo de percibir la música: "La mujer busca la conexión cada día con el entorno, porque se lo impone la razón, pero sobre todo su alma, su sentimiento y su sensualidad. El hombre es ritmo; mucho más sexual, y asocia ese ritmo con la sensación de poder".

La esperanza de que todo mejore "ahora que cada vez hay más mujeres al frente de países, ciudades o empresas" podría estar en ellas, pues considera que "pese a los tropiezos y las malas palabras de su entorno, buscan con enorme tesón a diario cómo dar lo mejor a su familia y a la sociedad".

Aunque las considera "guardianas de la esencia cultural de un país" apunta que, "como no todas gozamos de los privilegios de la educación y de la movilidad, algo imprescindible para la absorción de la cultura, nos corresponde a las que tenemos esos privilegios apoyar a nuestras compañeras de sexo para que cada vez haya menos mujeres sin escolarizar".

Del varón, como de la mujer, le gustan "el compromiso social, la honestidad, la sensibilidad y la valentía". "De nosotras adoro, además, lo tremendas que podemos llegar a ser. Y detesto al hombre ambicioso sólo en materia de dinero. Me aburre profundamente", concluye.