Fue la curiosidad la que acercó a Elena Anaya (Palencia, 1975) a la cocina japonesa, de la que disfruta siempre que puede "porque comer rico, y bien acompañada, con gente con la que intercambiar puntos de vista y emociones, es indispensable". Por ello disfruta entre tempuras, sushis y sashimis "mezclando colores, sabores, texturas y matices; algo que quiero pensar que tiene que ver con la alquimia y con el sentido del juego, un componente esencial de mi profesión".

En su último filme, la actriz de ojos inmensos y hablar pausado encarna a una mujer que se enamora del exmarido de su mejor amiga. Rodada en Buenos Aires, 'Pensé que iba a haber fiesta' plantea el asunto universal de los triángulos amorosos.

De vocación internacional, ha rodado el filme independiente ´Swung´ en Escocia y baraja proyectos en Estados Unidos y Nueva Zelanda""porque si algo he aprendido en estos quince años de carrera es a no preguntar dónde se rueda", y sin descuidar la industria del país que la vio nacer, donde brilló junto a Medem, Díaz Yanes o Almodóvar, con el merecido Goya por 'La piel que habito'. Tiene por estrenar el thriller ´Todos están muertos´ y conserva "el entusiasmo intacto, que, en estos momentos, no es poco".