Sevillano, de 40 años, lleva 20 de actor y hoy es uno de los profesionales más sólidos del panorama televisivo del país. Tras ser psicólogo en Hospital Central, romano en Hispania y fotógrafo un tanto canalla en 90-60-90, protagoniza 'Gran reserva, el origen'. Romántico, le fascina la complejidad de la mujer y le preocupa el machismo femenino, esa educación sexista que perpetúa ciertos roles.

En la serie 'Gran reserva, el origen', Jesús Olmedo encarna al heredero de unas prestigiosas bodegas, enamorado de la hija de los competidores de su familia, en medio de una intriga basada en la mala sangre existente entre ambos clanes. Un romance que le lleva a las puertas de ser condenado a prisión por amor.

"Mala mezcla, esa del amor y la condena" -bromea- aunque, pensándolo bien, están más relacionadas de lo que pensamos, según como se mire. El amor sería una bendita condena. Esa necesidad de tener a la otra persona delante, esa certeza de que te falta algo cuando no está?"

Así de romántico se manifiesta. De hecho, considera que el hombre que no lo es "se pierde algo; quienes opinan que el romanticismo es algo anticuado o cosa de mujeres están muy equivocados. No lo entiendo: está demostrado que el amor mueve el mundo. Y en el mundo coexisten los sexos".

Eso sí, no cree que hombres y mujeres se enamoren del mismo modo "porque somos muy diferentes y eso es lo que nos hace tan compatibles; el estar condenados a entendernos. Yo creo que cada persona es un mundo, que cada cual se enamora dependiendo de muchas cosas. Quizás, puestos a generalizar, la mujer necesite estímulos que van más allá de lo físico. En ellas cuenta más la cabeza y el corazón y menos la piel, el cuerpo, la carne, como les ocurre a los hombres. Yo tengo muy desarrollado mi lado femenino, y por tanto me beneficio de ambos aspectos, que es, para mí, la manera óptima de vivir el amor".

Hay muchas cosas que considera que le acercan a la mujer, que le fascinan de ellas. "Aunque habrá muchos hombres que no lo admitan, en un montón de cosas nos llevan ventaja -dice-. Me parece que tienen una sensibilidad, una inteligencia y una emotividad especiales. Lo viven todo de manera más intensa, para bien y para mal. Son bastante más complejas, en el peor sentido de la palabra, sobre todo a la hora de analizarse a ellas mismas. Incluso más caóticas cuando se miran por dentro, pero a mí me gusta mucho el mundo de la mujer, creo que nosotros somos terriblemente básicos y ellas terriblemente complejas, pero es una ecuación tan imposible que salga que al final sale bien".

Lo que menos le gusta de ellas es cómo se tratan a sí mismas y entre ellas: "A veces se ponen trabas, son sus peores enemigos, compiten con ahínco, dejan paso a celos y envidias. Como potencian todo mucho más, eso a veces las perjudica. En ese sentido, creo que no son nada prácticas. El hombre es más básico: tiene hambre, come. Quiere besar, besa si puede. Quiere dormir y duerme". Les envidia, sin embargo, "todo ese mundo maravilloso que tejen a su alrededor. No puedo ni imaginármelo, porque no tengo esa complejidad, pero me parece que sería muy interesante ser mujer por un día. Y lo de parir debe de ser una experiencia espectacular y maravillosa"

Subraya que afortunadamente tiene cerca a su ideal femenino. Se trata de la también actriz Nerea Garmendia (Los hombres de Paco). "Mi mujer ideal ha de tener sentido del humor, ser comprensiva y tolerante, no ser egoísta, que me deje quererla y me quiera bien. No soy de grandes cosas", confiesa entre risas.

Con respecto a las relaciones entre los sexos, le preocupa el machismo femenino, porque al hombre machista "se le ve venir a la legua. Pero hay otro machismo que practican las abuelas y madres que no tratan igual a sus hijos que a sus hijas, que los educan de forma diferente. A los chicos no les piden que se hagan la cama o pongan la mesa o limpien su cuarto. A sus hermanas sí. Eso, a la larga, no trae nada bueno".

Tampoco le agradan los estereotipos de algunas series generalmente cómicas "y que están ahí porque cada sexo encuentra graciosa la exageración de los supuestos defectos del otro sexo. Pero, tal y como están las cosas, es complicado pedirle a un guionista que cambie eso, a riesgo de que el producto no tenga éxito con lo que eso supone, desempleo incluido. Ahora es más difícil que nunca que las protagonistas de determinadas series españolas dejen de comprarle los calzoncillos a su marido".