El príncipe Carlos y Camilla celebran este jueves el décimo aniversario de su boda, un enlace que selló un idilio de más de 30 años, transcurrido entre la clandestinidad, los cotilleos y las revelaciones explosivas sobre la relación.

Después de tres décadas de amor y confianza mutuas, el heredero de la corona británica y Camilla, duquesa de Cornualles, se casaron el 9 de abril de 2005 en una breve ceremonia civil, de apenas 20 minutos de duración y sin imágenes, en la localidad de Windsor, a poco más de 30 kilómetros de Londres.

Sin beso ni abrazo en público, el príncipe de Gales y Camilla, que entonces tenían 56 y 57 años, respectivamente, salieron del ayuntamiento felices por haber logrado el sueño de su vida y dejando atrás un escándalo que puso a prueba a la monarquía británica.

El anuncio oficial del enlace entre Carlos y Camilla causó sorpresa en el país, aunque la mayoría lo vio como la salida más lógica para resolver la compleja e irregular situación de la pareja.

En los pasados años noventa, los británicos veían a Camilla -por entonces conocida como Parker Bowles, el apellido de su exmarido- con antipatía por considerarla responsable del fracaso del matrimonio del príncipe Carlos y Diana de Gales.

Pero el idilio entre el heredero de la corona y Camilla dio sus primeros pasos en 1970, cuando un joven Carlos conoció, en el curso de un partido de polo, precisamente en Windsor, a Camilla Shand, una chica de clase alta, aficionada a los caballos, que se codeaba con la familia real británica.

Camilla le habló entonces al príncipe heredero de un encuentro amoroso que había tenido lugar tiempo atrás entre su bisabuela Alice Keppel y el bisabuelo de Carlos, el rey Eduardo VII (1841-1910).

Los jóvenes se enamoraron perdidamente, pero su historia terminó en diciembre de 1972, cuando el heredero del trono se embarcó en un buque de la Marina británica durante más de medio año y sus vidas siguieron por caminos diferentes.

Meses después, Camilla contrajo matrimonio con un antiguo novio, el oficial Andrew Parker Bowles, con quien tendría dos hijos -Laura y Tom Parker Bowles- y del que se divorciaría en 1995.

Aún después de casada, Camilla mantuvo una estrecha amistad con Carlos, con el que disfrutaba de aficiones comunes, como el polo o la caza, y de ella se dice que animó al príncipe a casarse el 29 de julio de 1981 con lady Diana Spencer.

Pocos años después de esa boda, Camilla reanudó su relación con el heredero del trono, según la prensa.

La escandalosa ruptura entre Carlos y Diana en 1992 se atribuyó, en el ánimo de los británicos, a la presencia de Camilla. "Éramos tres en el matrimonio y eso era una multitud", dijo una vez Diana en una célebre entrevista en televisión, aludiendo a la reanudación del idilio entre Carlos y Camilla.

Por entonces, los periódicos británicos alimentaron durante meses y años la relación extramarital del príncipe de Gales y Camilla, en lo que fue uno de los mayores escándalos que vivió la monarquía.

La trágica muerte en el accidente de París en 1997 de la princesa de Gales, adorada por el pueblo británico, contribuyó a perjudicar todavía más la imagen pública que tenía Camilla.

La pareja tardó varios años en coincidir y dejarse ver juntos en actos y eventos públicos, y la reina, Isabel II, no "reconoció" a Camilla hasta el año 2000, cuando la invitó a una fiesta en honor del antiguo rey de Grecia, Constantino, según los medios.

Pero la boda de Carlos y Camilla no se celebró en el ambiente más propicio, pues debió superar un golpe de mala suerte: a última hora la ceremonia hubo de retrasarse un día respecto a la fecha anunciada oficialmente debido a la muerte del papa Juan Pablo II, ya que Carlos tuvo que asistir el día 8 de abril al funeral en Roma.

En estos diez años, con su humor y simpatía natural Camilla se ha ganado el corazón de la población, que parece haberla "perdonado" y aceptado finalmente como la pareja adecuada para el futuro soberano del Reino Unido.