Dos de cada tres personas confiesa tener problemas con los aparatos digitales y una de cada tres admite haber sufrido estrés laboral con las nuevas tecnologías, según explica José María Martínez Selva, autor del libro "Tecno-estrés", donde analiza este fenómeno e intenta orientar a quienes lo padecen.

José María Martínez Selva (Elche, 1955), catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, analiza en este volumen los casos de ansiedad y mala adaptación a las nuevas tecnologías por parte de muchas personas, generalmente de edad media o avanzada, aunque también los casos de tecnoadicciones entre los jóvenes y los riesgos de ciberacoso que generan las redes sociales.

En una entrevista con Efe, José María Martínez, que reconoce tener cierta "prevención" ante aquellos cambios que le "complican la vida", señala que el libro no pretende ser "antitecnológico", sino "tender una mano" y dar voz a aquellos que se sienten incómodos con las rápidas innovaciones de la tecnología y que a veces se sienten por ello "anticuados y hasta cavernícolas".

Entre los grupos más sensibles al tecnoestrés laboral se hallan personas a partir de la cuarentena que "han desempeñado actividades profesionales competentes y, de repente, la llegada de las nuevas tecnologías les ha supuesto reaprender una nueva forma de trabajar y acostumbrarse a cambios muy rápidos en las aplicaciones y en los sistemas informáticos".

Muchas de estas personas se encuentran "con un exceso de datos e información, que les dificulta concentrarse en su trabajo", además de padecer una extensión de la jornada laboral, al ser localizables en cualquier momento gracias a los dispositivos móviles.

"Por dar datos que reafirmen un poco esto, el 65 por ciento de la población confiesa que tiene problemas de cuando en cuando con sus instrumentos de trabajo tecnológicos, y un 35 por ciento reconoce haber sufrido estrés laboral, como cuando todo el trabajo hecho durante un tiempo desaparece de repente de su disco", ejemplifica Martínez Selva.

Cuando una persona se "tecnoestresa" mucho puede llegar a volverse tecnófoba, y pasar a rechazar de plano las nuevas tecnologías, incluso instrumentos tan comunes como los móviles.

Entre los consejos que da el autor a quienes padecen estas fobias incluye el adoptar una actitud positiva, como de juego, ante las nuevas tecnologías, no intentar aprender todo de una vez, hablar de estas dificultades con amigos ya iniciados, denunciar los abusos de algunas aplicaciones cuando sea necesario, fomentar las relaciones humanas o aprender a "desconectar" de verdad fuera del trabajo.

En el ámbito opuesto a los tecnoestresados y tecnófobos, se encuentran los tecnodependientes y tecnoadictos, generalmente personas nacidas a partir de 1980 que manejan los ordenadores con mucha facilidad y que mantienen gran parte de sus relaciones en las redes sociales.

Así, el tecnodependiente, sería "una persona que se ve obligada, ya sea por su trabajo o por sus relaciones sociales, a estar continuamente conectada", y que lo "pasa mal cuando permanece horas o días sin teléfono móvil o sin conexión a internet", llegando a "estar irritable y a tener síntomas depresivos".