Reilly evitaba el contacto visual con cualquier persona que se le acercara, incluso con sus mismos padres. Prefería jugar solo, no respondía a su nombre y rara vez pronunciaba alguna palabra. Pero las cosas fueron cambiando un poco para él. Aunque le diagnosticaron autismo, a Reilly, de pronto, le gustaba socializar. Con seis años de edad, el pequeño jugaba de vez en cuando a construir carreteras.

Los amigos de Shane Stephenson, padre de Reilly, también tienen hijos de la misma edad. La amistad comenzó a fracturarse cuando el pequeño no era tenido en cuenta a la hora de hacer la lista de invitados de las fiestas de cumpleaños de los niños. Pensaban que padecer autismo impediría divertirse a Reilly como los otros menores lo hacían.

«Mi hijo tiene autismo, no lepra», escribió Shane en una carta, misma que su esposa, Christin,e publicó en sus redes sociales, para que supieran el sufrimiento de su esposo al ver que su hijo padece la discriminación de quienes pensaba, eran sus amigos. «Nadie lo invita a una sola fiesta», redactó Stephenson desde su casa en Newcastle, en Inglaterra.

«Mi hijo Reilly tiene autismo, no lepra; tiene seis años y mis llamados amigos que tienen niños también tienen fiestas de niños», indicó visiblemente molesto. «Sólo para que conste, no se molesten por invitarlo, es sólo mi maldito pensamiento», finalizó Shane acompañado del mensaje de su esposa, quien en Twitter publicó: «El mensaje de mi esposo para sus amigos me partió el corazón».

La comunicación con su entorno es uno de los principales problemas que se encuentran los sanitarios cuando tienen que atender a niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista) y uno de los aspectos que más les preocupan es cómo sienten y comunican el dolor estos pequeños pacientes. Para avanzar en este campo, profesionales del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia están trabajando para conseguir dar con una escala con la que se pueda medir el dolor, ya que «estos niños no saben expresarlo y hay que enseñarles a externalizarlo, que no se lo guarden», explica la doctora María Dolores Cárceles, jefa de sección de Anestesiología Pediátrica del centro hospitalario de El Palmar.

No señalar o no mirar al que habla cuando se tiene entre 9 y 16 meses son algunas de las señales propias del autismo que deben alertar a los padres para acudir a un especialista, según ha informado la psicóloga del CAIT San Rafael de Granada, Raquel Carrillo de Albornoz, con motivo de la celebración del Día Mundial de la enfermedad.

Y es que, aunque este trastorno neurológico no tiene cura, cuando se diagnostica y se trata de forma precoz por profesionales en atención infantil temprana tiene un mejor pronóstico que cuando se detecta de forma tardía. Por ello, ha destacado la importancia de que los padres estén atentos y detecten las señales para acudir cuanto antes a un centro especializada.