Comienza el curso y acompañamos a nuestros hijos al colegio con más ilusión incluso que ellos. Por ese afán de proteger a nuestros pequeños, pensamos que hacerles el camino es beneficioso para ellos; sobre todo es algo muy usual en primerizos.

Estos días he podido llevar a mis peques al colegio y me he puesto a observar. Ante todo, parto de la base más esencial y clara que puede existir: ningún niño nace con un manual de instrucciones donde se diga qué es lo que está bien y lo que está mal. Cada vez que escribo sobre estos asuntos quiero dejar muy claro que todas las formas de educar a los hijos son igual de válidas, por creencias, por convicciones, por educación, por pensamientos, o por lo que fuere€

El caso que nos ocupa no es más que el hecho de portar, llevar, arrastrar o coger las mochilas de nuestros hijos, mientras ellos van saltando, cantando o llorando. Puede parecer un acto menor, pero no le damos la importancia que realmente puede tener; porque ahora son las mochilas, pero mañana puede ser que le recojas sus juguetes y pasado que los vistas hasta una edad avanzada.

Proteger a nuestro hijo es un acto esencial e instintivo, y lo hacemos continuamente; eso es para toda la vida. Ahora bien, hay maneras y maneras de hacerlo. Estar siempre al lado de nuestro hijo es algo que necesitamos como padres; sin embargo, dejarles que se enfrenten a sus dificultades para que ellos encuentren su propia solución es un ejercicio de aprendizaje importantísimo.

Cuando tú no permites a tu hijo hacer lo que sabe y puede hacer, estás poniendo límites a su crecimiento, ya que la autonomía e independencia que necesita es esencial en estas edades para afrontar su vida con más confianza.

No preparemos a nuestros hijos su camino; preparemos a nuestros hijos para que hagan su camino.