Diego Ventura y ´Perdido´ se encontraron en el último acto de la Feria de Septiembre para alcanzar una cumbre y seguir poniendo a Murcia titulares. A la Murcia taurina. A esa que ayer acudió en masa al coso de La Condomina para disfrutar de su espectáculo favorito. A la Murcia sensible, esa capaz de apreciar la bravura de un toro y premiarla como mejor sabe. Escépticos o tímidos, muchos se miraban preguntándose si verdaderamente el toro de Los Espartales era de indulto. Y claro que lo fue. No sólo porque su duración fue infinita. Es que, además, el toro apretó y embistió con temple y entrega hasta que Miguel Conesa, el presidente del festejo, sacó el pañuelo naranja a su balconcillo. Y, hasta entonces, el toro se llevó mucho rato atacando a las cabalgaduras de un Diego Ventura que bordó el toreo, le exigió en carreras prolongadísimas y cuajó una actuación histórica.

Hasta ese momento la corrida sólo había transcurrido con tibieza. Sólo Ventura había destacado con el tercero de la tarde en una faena pasional rematada con rejonazo perfecto que tiró patas arriba al toro. Andy Cartagena le había cortado una oreja a cada uno de sus toros pero sin alcanzar demasiado relieve: espectacular pero sin compromiso con el primero, con el que tan sólo destacó en un par de piruetas en carrera cerquita del toro; y más metido en harina con el cuarto, al que hizo la hermosina (ir cambiando regularmente el lado de la grupa llevando al toro encelado en una larga cabalgada) y con el que clavó más al estribo. Fácil, suelto, variado... pero sin producir arrebato.

Sergio Galán defendía el título de Triunfador de la Feria de 2016 pero se fue de vacío. El rejón de muerte le impidió pasear trofeo alguno. Y tampoco su lote le permitió desarrollar su tauromaquia. El quinto, de hecho, llegó a saltar al callejón por el tendido de sol y probó fortuna en su huida una segunda vez, aunque esta vez no logró superar la barrera. Luego, mansurrón y deslucido, no dejó a Sergio expresarse.

Pero cuando agonizaba la tarde y la Feria, salió por chiqueros ´Perdido´, que hizo un amago de pasar tres pueblos de Diego Ventura. El caballero portugués lo enceló y recortó con elegancia de salida sobre ´Bronce´ para encelarlo y convencerlo; lo cosió al estribo sobre ´Fino´ para, llevándolo muy templado, el toro soltado a galopar decididamente, dar casi una vuelta al ruedo completa y, para completar, cortó la carrera metiéndose por dentro casi sin espacio. Sensacional. El toro se arrancó con alegría a los cites, Ventura se ajustó en las batidas y quiebros, clavó con precisión y, aún puso una soberbia banderilla citando con el ´Fino´ andando hacia atrás para librar el ataque del toro en el último momento. Colosal.

Pero iba a haber más. Mucho más. Sacó Diego Ventura a ´Dólar´, le quitó la cabezada, la lanzó a la arena y, así, sin riendas, puso un espectacular y complicadísimo par a dos manos. Máximo riesgo porque el caballero dominaba y ordenaba al caballo sólo con las piernas. Brillantes y valientes. Los dos.

La faena iba a ser de rabo si Ventura acertaba con el rejón de muerte. El lío había sido muy gordo. Pero cuando Diego cogió el rejón de muerte el toro siguió embistiendo con el mismo brío y el público de Murcia lo percibió. Y sintió que animal tan bravo merecía premio mayor. Y comenzó a pedir el indulto. Ventura consultó al público, la petición arreció, cambió el rejón de muerte por un par de cortas, sacó después una toalla para seguir comprobando que el toro no se había cansado de embestir. Y, finalmente, para terminar de disipar dudas, echó pie a tierra, cogió muleta y espada y se puso a torear a pie entre el clamor de un público tan incrédulo como feliz.

En la muleta el toro se siguió moviendo con ímpetu, pero soltó la cara por el lado derecho, y por ahí lo toreó correctamente Ventura. Pero cuando se echó la muleta a la mano izquierda surgieron varios naturales soberbios. Uno sobre todo, el segundo de una tanda, fue cumbre: muleta muerta por abajo y trazo largo de Ventura. El personal se frotaba los ojos. La plaza era un clamor. La fiesta, total, suponía el cierre apoteósico de una Feria, la de Murcia, que sigue creciendo paulatinamente en asistencia de público y que mantiene su nivel de éxito y brillo año tras año. Pero el broche de este año, además de triunfal, fue histórico: por primera vez se indultaba un toro de rejones en Murcia.