­Rafaelillo se erigió capitán general en Cehegín. En su circuito es figura y no hay quien le tosa. Pero el primer éxito del murciano ha de compartirlo con Antonio Puerta: la plaza de Cehegín registró un entradón para ver uno de los carteles más atractivos de la temporada en la Región.

Antonio Puerta apostó fuerte y esta vez le tocó ver de cerca la cara más amarga de una tarde de toros. Apoyado por su gente, fue capaz de hacer un esfuerzo a última hora y remontar una tarde psicológicamente muy dura para él.

La tarde tenía muchas notas emotivas. Ni Rafael ni Antonio están anunciados en la Feria de Murcia que hoy comienza. Rafael se enfrentaba por primera vez en su carrera a toros de Miura en la Región. El Puerta se anunciaba por primera vez en su vida con los toros del hierro de la ´A´ con asas. Y el ambientazo que se había generado alrededor de la corrida invitó tanto al optimismo como las notas del Himno Nacional que la Banda de Cehegín interpretó justo antes de romperse el paseíllo.

Luego sucedió lo previsible: que el maestro Rafaelillo dio una tarde de toros brutal desde el primer momento. Y también algo menos esperado: que Antonio Puerta se viera desbordado.

La diferencia entre uno y otro en años de alternativa y, por lo tanto en experiencia, oficio y técnica es abismal. Y con una corrida de Miura, hierro en el que Rafaelillo es especialista, esa diferencia fue más notoria.

Antonio Puerta logró salvar los muebles en el recibo de capote de sus tres toros y en el esfuerzo ímprobo que realizó con la muleta en el sexto por sobreponerse a sus propias dudas.

Su primer toro fue un Miura clásico, ágil y rápido de movimientos, con cierto sentido y actitud agresiva. Fue toro difícil de gobernar y Antonio no se dio coba con él. Pretendió remontar con el cuarto, pero el toro, muy áspero, se defendió con violencia y fue muy complicado sacar un muletazo limpio.

El sexto tuvo un punto de suavidad que confió a Antonio para hacer una faena de más corazón que temple, de más arrebato que buen dibujo. Antonio sabe torear y es mucho mejor torero de lo que demostró ayer en una tarde que recordará tan solo por la efeméride.

Rafaelillo echó una tarde soberbia, dominó al peligroso primero, que le llegó a coger con la mano izquierda. A ese toro le había hecho un muy buen quite por chicuelinas, y lo cierto es que su tarde con el percal estuvo fenomenal: los saludos genuflexos por verónicas a tercero y quinto fueron para enmarcar. Como lo fue la faena de muleta al tercero, de dominio, torería, gusto y clase. Una obra brillante rematada con un espadazo sin puntilla que desató el clamor en los tendidos.

Rafaelillo iba a volver a hacer rugir a la plaza de Cehegín cuando, después de una faena de toma y daca al quinto, le ligó dos circulares completos, el segundo prolongado aún más con un cambio de manos magnífico. Cortó tres orejas, pero pudieron ser cinco. Qué más da. Sería absurdo medir la tarde del maestro del Barrio del Carmen por el número de trofeos.