Que un buen plato debe entrar por los ojos lo tiene claro casi todo el mundo. El sabor debe primar a la hora de cocinar, pero hay que reconocer que el emplatado también tiene lo suyo y de eso los críticos gastronómicos saben mucho.

Si bien es cierto que la alta cocina a veces emplea grandes dosis de creatividad y exige paladares muy exquisitos que sepan disfrutar de todos los matices de un plato, hay una distancia abismal entre eso y lo que mostró ayer a través de la cuenta oficial de la Guía Michelin de Reino Unido su community manager.

Dos bolas de sorbete de frambuesa, con cobertura de chocolate sobre una suelo de arena comestible, presumiblemente de galleta. Hasta ahí bien. La gran polémica con este postre viene servida, nunca mejor dicho, sobre una sandalia.

El plato forma parte del menú del exclusivo restaurante Falco, en Leipzig, Alemania, cuyo chef, Peter Maria Schnurr, es descrito por la renombrada guía como el padre de una "mezcla de platos de lo más armoniosa y con una presentación espectacular".

El menú ronda los 180 euros y según los críticos, que parecen haber obviado la importancia del emplatado en esta ocasión, "los productos se realzan gracias a la experiencia y la inspiración de un chef con talento, que firma con su equipo platos sutiles, impactantes y, en ocasiones, muy originales".

Originalidad no le falta. La persona encargada de llevar las redes sociales de la edición británica de la Guía Michelin lo dejó claro: 'Basta ya'.

A raíz de ese mensaje, las redes sociales comenzaron a alimentar la polémica acerca de qué licencias puede tomarse un cocinero de alta cocina y dónde está el buen gusto. La mayoría de usuarios de Twitter no daba crédito al plato del cocinero dos Estrellas Michelin que es servido en una sandalia con la bandera de Italia.