No quieres que llegue el día. No quieres que tu hijo crezca y "pierda la inocencia". Deseas que se quede con diez años toda la vida, cuando ya no te necesita tanto como cuando era más pequeño, tiene cierta independencia para bajar al parque con sus amigos o para vestirse solo, y te deja más tiempo para tus cosas; pero sigue dependiendo de que le despiertes cada mañana, le ayudes con los deberes o le prepares la comida. Eso te gusta porque mantiene la sensación de que eres indispensable para él. Pero el tiempo pasa rápido, y el día menos pensado, te hace esa pregunta que tanto temías: ¿de dónde vienen los niños?

Ese día sabes que algo se ha despertado en él o ella, una curiosidad natural y totalmente normal. Quizá es que en estos días haya oído el chuchicheo de niños más mayores, sin entender muy bien de qué hablaban. O tal vez haya encontrado un nuevo matiz en ese amigo que conoce desde preescolar, y empiece a pensar que le gustaría que fuera su primer novio.

La sexualidad es un aspecto que lo mejor es tenerlo en cuenta desde el mismísimo momento del nacimiento del retoño. Así como tienes claro que quieres, a través de la educación que piensas darle a tu hijo, hacer de él una persona buena, empática, educada y comprensiva, también querrás que se tome con naturalidad su sexualidad y, cuando llegue la hora, descubra cómo le gusta más vivirla, sin complejos aunque siempre con precauciones y respeto hacia la otra persona.

Proporcionarle la educación adecuada acerca de la sexualidad es el mejor seguro contra futuras inseguridades, imprudencias o enfermedades. Le ayudará a reforzar su autoestima, se desenvolverá socialmente con más confianza y probablemente le convierta en una pareja más atenta o consciente de las necesidades y sentimientos de la otra parte. Si estás educando a tu hijo para que esté preparado para la vida, también deberá estar preparado para el sexo.

Cada niño tiene su ritmo

Ya sea porque te parece muy precoz o porque sientes que está tardando en llegar el momento de que te pregunte por ello, no hay de qué preocuparse. Cada niño tiene su reloj.

A partir del primer año, a los pequeños ya les puede producir curiosidad las diferencias físicas entre chicos y chicas, sobre todo si tienen hermanos de otro sexo. Entre los tres y los seis o siete años, puede empezar a cuestionarse por el origen de los niños. De los ocho en adelante, tu hijo habrá visto a sus padres darse besos, o escenas románticas en las películas, y ya empieza a asumir que entre los hombres y las mujeres hay otro tipo de conexión, aunque no sepa cuál exactamente. Sus preguntas serán más concretas que antes.

Toma la iniciativa

También puede ser que el niño resulte ser pudoroso y no salga de él plantear la pregunta. En ese caso, cuando creas que el momento ha llegado, deberías ser tú el que tome la iniciativa y hablar de ello.

Evita los eufemismos desde el principio

Cuando está aprendiendo a hablar, muchos padres llaman a los órganos sexuales con diminutivos o palabras que infantilizan su nombre real. Colita, pilila, pitilín para el caso de los niños, y pochita o pocha para las niñas, culete para el trasero? Lo mejor es llamarles por su nombre: pene y vulva.

No evadas la pregunta

Lo ideal es afrontar con naturalidad la cuestión, así que no te hagas el sueco cuando te la formule. Ver que la situación te incomoda, puede hacer pensar a tu hijo que ha dicho algo de lo que debiera avergonzarse, cuando no es así en absoluto.

Naturalidad

Lo mejor, hablar de ello como quien oye llover, de forma natural. Cualquier lugar y momento en el hogar puede ser el apropiado, porque la pregunta puede llegar cuando estés conduciendo o cocinando. No es necesaria esa solemnidad tan de película en la que el padre y la madre súbitamente dejan de hacer lo que están haciendo, se miran, arquean las cejas y se sonríen, y entonces comienza esa charla tan importante.

Concisión

No des más información de la que te pidan con sus preguntas. Es lo mejor, porque si no, puede pasar que le generes más dudas de las que tenía antes. Lo ideal es ir aportando los detalles a cuentagotas, a medida que se vaya haciendo nuevas preguntas con la edad.

Por otra parte, si consideras que la cuestión que te ha hecho es demasiado compleja para su edad, respóndele con una contrapregunta: "¿Qué necesitas que te explique?" o "¿Qué quieres que te cuente sobre eso?". Así tal vez entendamos los motivos por los que esa duda ha brotado en él, ya sea de forma individual o porque ha oído algo a sus amigos.Coherencia

No tiene sentido que les expliquemos algo y que luego nosotros no lo cumplamos. Lo mejor es educar de acuerdo a nuestros propios valores, que luego ellos adoptarán o no cuando crezcan, es su elección. También ten en cuenta que tus actos son mucho más elocuentes que tus palabras. La reflexión sobre nuestro propio sistema de creencias y nuestro comportamiento puede ser muy útil, por si caemos en la cuenta de que debiéramos acabar con alguna mala costumbre que no queremos que germine en nuestros hijos.Admite desconocimiento

Puede que nuestro hijo nos sorprenda preguntando por algo que no sabemos exactamente. En ese caso, admite con naturalidad que no tienes la respuesta en ese momento, pero que vas a buscarla para poder proporcionársela. También puedes apoyarte en material educativo como libros o reportajes audiovisuales adaptados a su edad.