Para ver qué hay de comer en la nevera no basta con asomarse a la cocina de casa, ahora también se puede bajar hasta la calle. Valencia cuenta con una de las 12 «neveras solidarias» que hay en diferentes ciudades españolas. En concreto, se ubica en las puertas de la residencia universitaria Galileo Galilei, en la avenida de Tarongers de la ciudad.
Se trata de neveras que se colocan en la calle, donde cualquier ciudadano puede dejar comida elaborada que le ha sobrado, alimentos que no necesita o productos con una fecha de caducidad o consumo preferente próxima, pero que aún se pueden consumir. El objetivo es «evitar el despilfarro de comida y aprovechar los excedentes», explica Lara Cobos, que forma parte del proyecto. La iniciativa surgió en 2015, en el municipio vasco de Galdakao (Bizkaia) de la mano de Alvaro Saiz, presidente y fundador de la Asociación Humanitaria de Voluntarios de Galdakao (GBGE). En Murcia se puso en marcha una de estas neveras solidarias en el verano de 2015.
La idea nació al ver personas coger comida de los contenedores. «Pensamos que si estuviera en buen estado y bien mantenida, no haría falta cogerla así», explica Lara.
La nevera solidaria de Valencia tiene algunas diferencias con el resto, que son frigoríficos corrientes que se ubican en la calle, normalmente bajo responsabilidad de alguna asociación. La gerencia del Colegio Mayor Galileo Galilei ha aplicado esta filosofía a una máquina de venta automática. Vicente Picasarri, director gerente de la residencia, explica que la «nevera» está en funcionamiento desde marzo. Apunta que se optó por una máquina de «vending» para «evitar problemas». Tras consultar con el Ayuntamiento de Valencia, el director asegura que esta era la mejor manera, ya que solo ellos controlan qué entra y sale de la máquina y tienen en cuenta «la trazabilidad de los alimentos y el control higiénico-sanitario pertinente» y que no se rompa la cadena de frío.
En la máquina incluyen los alimentos que sobran de la «línea de autoservicio» que se ofrece a los estudiantes residentes en el comedor del centro. Se rellena a diario, normalmente por las mañanas. El número de raciones depende de los excedentes que hayan quedado de la comida del día anterior, siempre preparada en las cocinas del colegio mayor que, además, también distribuye a otros centros, guarderías y empresas. El día que este diario visita las instalaciones, la peculiar «nevera solidaria» de la Galileo Galilei ofrece varias raciones de fideuà, pollo frito y gnochi. Cada paquete cuenta con una fecha de caducidad -de un día- e indica al detalle de qué ingredientes consta el plato. Todos los días la máquina se rellena y queda vacía.
Una solución que funciona
Desde el centro, muestran su satisfacción con el funcionamiento de la máquina, a la que suelen acudir estudiantes, personal de limpieza de la calle y vecinos del Cabanyal y la Malva-rosa. Un trabajador de la zona universitaria cuenta que el servicio «le viene muy bien» para ahorrar algunos euros. «Vivo de alquiler y me cuesta mucho llegar a fin de mes; me supone un ahorro», destaca.
Picasarri también apunta que la situación económica de muchos estudiantes «no es la más idónea», ya que la Universitat Politècnica de València «suele ofrecer becas de comedor y son las primeras que se agotan».
El director gerente explica que siempre han apostado por la gratuidad a la hora de dejar las raciones en la máquina y de esta manera han encontrado, por fin, la manera de solventar el problema del desperdicio alimentario, que les preocupaba, ya que «al donar la comida, siempre teníamos problemas» (al estar ya cocinada).
Además, cuentan que también ha servido para concienciar sobre el desperdicio alimentario a los alumnos, que se sirven solos las raciones. Desde que está en marcha la iniciativa -con la colaboración de Delikia, Nutripack, Jofrase y Prieval-, han constatado que se tira menos comida, porque los jóvenes calculan mejor cuánto servirse. El Ministerio de Agricultura calcula que solo los hogares españoles lanzan a la basura más de 1.325 millones kilos de coida al año.
