Los bosques y los océanos, sumideros naturales de carbono, ya no dan abasto; y la dependencia de los combustibles fósiles obliga a buscar soluciones para capturar el dióxido de carbono atmosférico. En la mayor central geotérmica islandesa, un equipo internacional de científicos ha logrado solidificar este gas de efecto invernadero en menos de dos años inyectándolo en rocas volcánicas de basalto.

Los bosques a través de la madera, y los océanos a través del plancton, los corales y los peces, son los principales sumideros naturales de carbono. Gracias a ellos, el CO2 atmosférico se absorbe y almacena. Pero los altos niveles de este gas acidifican los océanos, que están saturados. Los científicos buscan soluciones artificiales para retirar de la atmósfera este gas de efecto invernadero, responsable del cambio climático actual.

En Islandia, donde se encuentra la central geotérmica más grande del mundo, un equipo internacional de investigadores ha diseñado un sistema a través del cual se inyecta dióxido de carbono atmosférico en roca volcánica. Los científicos demuestran por primera vez que el CO2 se mineraliza casi por completo en cuestión de meses, mucho más rápido de lo que se pensaba.

El estudio, publicado en Science, sugiere así que las rocas volcánicas de basalto -unas de las más abundantes en la corteza terrestre- pueden almacenar de manera eficaz el gas extraído de la atmósfera. Hasta ahora se había intentado inyectar sin éxito CO2 en rocas subterráneas despojadas de silicatos ricos en calcio, magnesio y hierro necesarios para transformar el gas de efecto invernadero en carbonatos, que son más estables. Pero esta técnica implicaba filtraciones de CO2 si se producían fracturas en la roca.

Desde hace años, los científicos buscan tecnologías para lograr la captura y almacenamiento de este gas de manera segura. De hecho, en el informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático publicado en 2014 se advertía que sin estas técnicas será imposible limitar el calentamiento global.

Solidificando gases con agua

En el caso de esta planta de energía geotérmica llamada Hellisheidi, que bombeaba agua calentada a partir de rocas volcánicas para hacer funcionar las turbinas, el proceso de producción de energía emitía 40.000 toneladas de CO2 al año. Por ello, a partir de 2012, la planta inició el proyecto CarbFix mezclando 250 toneladas de gases con agua bombeada desde abajo y sulfuro de hidrógeno. El resultado se inyectó en el basalto volcánico que se encontraba a una profundidad de entre 400 y 800 metros.

Al estar la roca expuesta al CO2 y al agua, se produjo una serie de reacciones químicas y finalmente el carbono se convirtió en un mineral calcáreo blanquecino. Este proceso podría haber tardado cientos o miles de años en la mayoría de las rocas, según estudios anteriores. Sin embargo, en las rocas volcánicas debajo de la central, el 95% del carbón inyectado se solidificó en menos de dos años.

"Esto quiere decir que podemos bombear grandes cantidades de CO2 y almacenarlo de una manera muy segura en un plazo muy corto de tiempo", dice Martin Stute, coautor del estudio e hidrólogo en el Lamont-Doherty Earth Observatory de la Universidad de Columbia (EE UU). "En el futuro se podrían usar estas plantas geotérmicas en lugares con gran cantidad de basalto y hay muchas localizaciones", añade. De hecho, todo el suelo marino está cubierto por esta roca negra y porosa.

Tras el éxito del primer experimento, el consorcio de científicos ha empezado a inyectar CO2 a un ritmo de 5.000 toneladas por año desde 2014, y la mineralización se ha mantenido a la par. Este verano, la compañía planea que la inyección se duplique.