Acudí tranquilamente al campo de fútbol para ver un partido. Acostumbrado a participar desde dentro, era un buen día para ver los toros desde la barrera. Me senté en la grada, tenía preparadas las pipas, mi botellín de agua y cuando me disponía a disfrutar€ saliendo los equipos por la bocana del vestuario, un par de individuos bajaron a los límites del terreno de juego a increpar, insultar y no sé que más, a tres chavales que vestían de distinta manera a como lo hacían los dos equipos que iban a jugar.

Por más que cada domingo esté acostumbrado a verlo in situ, o lo vea en televisión, o lo escuche en radio, o lo lea en la prensa, me parece una monstruosidad. Y pienso que la barbaridad y atropello que realizamos cada vez que insultamos a un chaval, que comete ´el delito´ de intentar pitar lo que ve y de ponerse en medio de un campo de fútbol sabiendo ya que va a ser el objeto de todas las miradas€ me hace sentir horrorizado y me avergüenzo, en estos casos, de la condición humana.

No hay ningún derecho a ello, me da igual que se equivoquen cien mil veces en un mismo partido, son humanos, fallan, igual que yo, igual que tú. No soy árbitro, ni lo pretendo; he hablado con ellos, discutido, alabado, e incluso los he criticado; siempre desde el respeto; igual que puedo hacer con un compañero de mi mismo equipo, y sobre todo conmigo mismo. Los utilizamos de excusa cuando perdemos, para no mirar nuestros propios errores€

Lo peor de todo es que lo que vemos que pasa en primera división y en los campos de territorial, ocurre, sobre todo, y por desgracia, en los campos donde juegan niños, dando un pésimo ejemplo. ´Ellos ven, ellos hacen´. Por enésima vez€ ¡Cuidado con lo nuestras palabras€ que dañan; y mucho!

Llevo muchos años jugando por los campos de los pueblos de mi Región y todo sigue igual, o peor. Por más que escribamos, digamos, o expliquemos€ si no hay conciencia de educación social; difícil lo tenemos. ¿Por dónde empezar? Por mí mismo.

Por cierto, no me comí las pipas€ me fui.