­´Quiero brindar este toro a dos padres de toreros. A ti Papá, porque sin ti, no soy nada y a ti Rafael, porque te quiero como te quiere tu hijo´. Con esas palabras, Paco Ureña dejó la montera a los dos progenitores que compartían burladero y se fue a cuajar la faena al toro ´Murciano´. Un nombre que va bien en cornúpeta, porque un hermano fue indultado este año por Escribano en Cáceres y este viejo revistero, recuerda haber leído sobre una faena cumbre de Manolete en Madrid ante otro ´Murciano´.

Ureña entendió a las mil maravillas a su enemigo. Inició la labor con desmayo y buen gusto. En la segunda tanda, el toro lo empala y el lorquino cambia de mano para derramar naturales inolvidables sobre el ruedo venteño. La faena cuaja jaleada desde el callejón por Rafaelillo, Ureña llega a emocionarse y rompe a llorar.

El segundo llanto murciano del año en Las Ventas. Tantos años de sacrificio parece que por fin serán reconocidos. Uno piensa que ´Murciano´ lleva un cortijo entre los pitones, pero el ansia viva de Ureña le traiciona en el último mento y se acelera al pegar un pinchazo. Un sablazo que hace guardia, suena un aviso y estocada definitiva pero sin trofeo.

Una vuelta al ruedo épica, que pudo ser la salida a hombros hacia la Puerta de Alcalá, que todos esperamos de él. Antes en el tercero, un toro cornipaso de libro, Ureña estuvo solvente y arriesgado. Se llevó una paliza en varios encuentros y un puntazo en el pecho al entrar a matar. Pinchó antes de enterrar el acero.

Rafaelillo estuvo hecho un tío toda la tarde, ganándose el aprecio y respeto de la afición más exigente del mundo. Lidió a sus enemigos sobre las piernas y de pitón a pitón. Lidia secular antiquísima, pero reconocida por los ´toristas´ como la única posible a este tipo de barrabases cornúpetos. El cuarto de la tarde, hizo albergar esperanzas y lo brindó al público, pero al tercer pase, buscaba hacer presa en Rafaelillo y no repitió una embestida. Eran todas distintas, una perla. El esfuerzo del murciano fue reconocido tras un pinchazo con el toro despistado y casi entera trasera.

Fernando Robleño bastante hizo con salir indemne. Sorteó dos galanes infumables que se emplazaron, pegaron arreones, no se emplearon en el caballo y no se dejaron dar un pase. Debe estar contento por estar vivo.

El que seguro que habrá roto a llorar varias veces esta noche, es Paco Ureña. Quien brindó a dos padres de torero, siendo un torerazo de padre y muy señor mío.