Encontrar la pareja ideal es una pelea que mucha gente tiene contra sí misma. Es así como un muchacho estadounidense de veintiocho años está dispuesto a pagar diez mil dólares a quien le encuentre una novia. Él ya lo ha intentado en la barra del bar, en múltiples citas a ciegas, en el metro, en clase€ Y nada, no ha habido manera de que quede satisfecho (o tal vez son ellas las que no desean de sus encantos y atributos). El caso es que este chico atribuye su fracaso al método, cuando lo que parece fallar es la mercancía que ofrece.

Falta de tiempo, falta de éxito o falta de conocimiento, es igual. Todo nos lleva hoy a acabar con la soledad a través de las redes sociales y las webs especializadas, pero con resultados indeseados. ¿Por qué Alberto ha tenido tan poco éxito con las mujeres en el cara a cara como en el pantalla a pantalla? Está claro que lo importante es el mensaje, no la empresa de paquetería. «No lo entiendo», afirma Alberto en su correo. «He puesto una foto de perfil muy sonriente junto a mis padres para demostrar mi espíritu familiar; además, he afirmado que me gusta reír y viajar; también que mis amigos dicen de mí que soy sencillo, transparente y atractivo, y que a mis cuarenta y dos años busco una novia de veinte o veintidós. Tampoco he olvidado mencionar que no suelo usar este tipo de vía para encontrar pareja, pero que como soy un tipo normal y muy dichoso deseo compartir mi felicidad con una mujer inteligente». Bueno, amigo Alberto, el tuyo es uno de esos perfiles que el experto William Doherty, profesor y antropólogo de la Universidad de Minnesota, calificaría de desastroso: falta de seguridad (debes hablar por ti, no a través de tus amigos); esa presunta felicidad parece más bien desesperación€ ¿Y a quién no le gusta viajar y reír? Un tipo normal€ ¿Hace falta mencionarlo si uno lo es o lo insinúa porque sabe que no es así? Y el rango de edad€ Hay que ser más realista y no aspirar a parejas excesivamente menores que uno.

«Lo último que probé fue una página que prometía llevarte a casa una esposa rusa a la que presentaban como una auténtica muñeca rusa muy sumisa y complaciente. Tuve que proporcionarles mis características físicas, mis gustos en cuanto a colores, sabores y texturas y los horarios disponibles para recibir a mi esposa. Era todo realmente muy fácil. Dos meses más tarde me llamaron: mañana llevamos a su esposa a su casa. Al día siguiente me duché, rasuré y me vestí como un verdadero dandi. Sonó el timbre. Nervios. Abrí la puerta e inmediatamente se me cayó el ramo de flores al suelo. En la entrada, un tipo sonriente me entregó una caja enorme. ´Dios´, pensé, ´he contactado con la mafia rusa y me envía una novia cadáver´. Pero no, lo que encontré dentro de la caja no fue otra cosa que una muñeca hinchable».