Siento que no soy de aquí. Como capitán, sigo haciendo guardar la disciplina en el buque. El teniente hace su única guardia del día mientras el maestre de fragata administra los bastimentos. El piloto dirige la navegación y ordena a los timoneles. El contramaestre se hace cargo del aparejo y de la protección antifuego. El guardián es su ayudante y se ocupa de la limpieza del buque y de las embarcaciones menores. En la marinería; los marineros, los grumetes y los muchachos. Los dos primeros se ocupan de las velas y la navegación en general y los terceros atienden a la limpieza, la comida, los cordones para los cabos y los rezos a bordo. Además, están el condestable, que cuida de la artillería, los artilleros, los soldados para el abordaje, el carpintero, el capellán, el escribano y el cirujano. También cuento entre mis hombres con el cabo de presa, que gobierna el barco capturado hasta el puerto y lo vende, y el veedor de la fragata, que controla lo que sucede en el viaje, el comportamiento de la tripulación e impide el fraude. Esta mañana, la humedad nos acribilla hasta el tuétano pero nadie se extraña; hace más de cien años que este barco corsario se hundió en aguas caribeñas y aquí seguimos, sumergidos en la imaginación de este escritor loco.