Cada verano los encierros y otros festejos taurinos que muchas localidades españolas celebran durante sus fiestas patronales dan lugar a una luctuosa crónica de sucesos que crece paralela a las celebraciones y que este año está adquiriendo especial dramatismo.

El pasado año, con un "sólo" fallecimiento, registró el menor número de los últimos quince, en una lista que completan los dos muertos en 2000, 2002, 205 y 2006, los tres de 2001, 2003, 2004, 2008 y los cuatro de 2014.

Los Sanfermines, los encierros emblemáticos por excelencia que reúnen a miles de personas en Pamplona todos los meses de julio, muchas venidas de fuera del país, cuentan quince muertos desde 1922, cuando fue inaugurada la nueva plaza de toros.

A las víctimas mortales que suman cada año los festejos taurinos hay que sumar la lista de heridos por cornadas o golpeados durante la carrera. Sólo en los encierros pamplonicas, este verano fueron atendidas 27 personas por contusiones y diez por asta de toro.

Un cifra acorde con el número de participantes que reúnen los Sanfermines. En 2014 corrieron los encierros más de 17.000 personas, de acuerdo con los datos del Ayuntamiento pamplonés, un 56 % de ellos extranjeros.

La masificación, la inexperiencia, el alcohol o la falta de sueño suelen apuntarse como condiciones que aumentan las posibilidades de que se produzcan cogidas, caídas y contusiones, pero el comportamiento de los toros también resulta en ocasiones determinante.

Los datos del Ayuntamiento de Pamplona revelan que la experiencia que se supone a los corredores locales tampoco garantiza correr delante de los toros sin sobresaltos: en 2014, doce de los cuarenta y tres heridos eran naturales de Navarra y el encierro con más incidentes fue el que registró menos participantes.

No hay una normativa unificada para todos los festejos taurinos a nivel estatal y son las comunidades autónomas las que se encargan de su regulación.