En el Mare Frigoris nos abrazamos fuerte para superar las punzadas del frío. El Mare Imbrium nos mantuvo mojados por la lluvia durante toda la travesía y el Oceanus Procellarum hizo entrechocar nuestras cabezas al ritmo de las tormentas. Extraños fluidos acariciaban el casco de nuestro barco al atravesar el Mare Humorum y vagamos sin rumbo, envueltos por las nubes, en el Mare Nubium. Del Mare Vaporum prefiero no acordarme; no llevábamos mascarillas de ninguna clase.

El Mare Nectaris nos alimentó como a los dioses, y con el estómago lleno, fuimos a descubrir el Mare Foecunditatis, donde nos rendimos a la pasión -no hagáis muchas preguntas-, hasta que dimos con el Mare Crisium y todas las promesas de amor eterno saltaron por la borda. Mare Tranquillitatis y Mare Serenitatis nos aportaron la paz y serenidad que habíamos perdido en esta aventura. Lo más complicado, sin duda, fue acoplar nuestro velero al transbordador espacial.