¿Recuerdan aquella escena del Diario de Bridget Jones en la que Renée Zellweger consigue llevar a su apartamento a Hugh Grant y a éste casi le da un ataque al descubrir la braga-faja de Jones? Pues hoy nos vamos a centrar en esas cosas que a priori matarían de un plumazo la pasión más encendida pero que, sin embargo, para algunos es motivo de mayor excitación. «No me gustan los convencionalismos, por eso, si una mujer logra sorprenderme, me tiene ganado para siempre». Visto así, nos pasaría a todos, ¿verdad? Solo que en este caso, sorprender a Paco requiere de una estrategia distinta a la que se aplicaría a la mayoría de los mortales.

«No me gustan las mujeres con ligeros rojos ni con minúsculos tangas negros. No me ponen lo más mínimo los vestidos pegados a un cuerpo falto de carnes ni tampoco me dan deseos de desnudar a una fémina que se contonea por la calle sobre tacones altos y bajo una cortita falda.

Cuando voy a la playa, me horroriza mirar a las chicas en topless con pechitos de talla mediana, perfectamente redondeados y absolutamente simétricos€ ¡es antinatural!». Sí, así son los no gustos de nuestro amigo Paco. «Lo que a mí realmente me excita son las bragas de lunares y las de rayas, típicas de los mercadillos. Pensar que han estado expuestas a cientos de manos que las han estado sobando mientras trataban de imaginar si el trozo de tela iba a tapar la superficie necesaria de los culones para los que estaban siendo observadas€»

«Las mujeres en las que me fijo son aquellas de cuerpo escarpado, ese para el que no existe un mapa estándar, sino que hay que dibujarles su propio plano del que seguro no existe copia en todo el mundo. Si desnudo a una mujer y descubro que no se ha depilado piernas ni sobacos, me siento como si hubiese descubierto un valioso tesoro. O si resulta que al regalarme sus caricias éstas son ásperas porque tiene las manos maltratadas me pongo a mil, me la imagino fregando, sudorosa y con cara de pocos amigos.

Y eso por no hablar de los olores. Odio toda la química, resulta detestable querer tapar olores naturales con artificiales artimañas, de manera que si noto en mi ligue un atisbo de pasta de dientes, desodorante, perfume o jabón muy oloroso no tengo más remedio que cortar la historia y darle puerta, pues me revuelve las tripas tanta limpieza adulterada.

Por eso el verano es mi época favorita para buscar a esas rarezas femeninas que me hacen perder la cabeza, de voz ronca, parcas en palabras y en muchas ocasiones realmente pasivas en el arte amatorio, lo que me proporciona la ventaja de manejar la situación a mi total gusto». Buena estrategia la de Paco, quien no encontrará excesiva competencia y sí muchas oportunidades.