¿Tienen estos tres elementos alguna conexión entre sí? Sin duda alguna, pero no nos adelantemos. Son varios los lectores que esta semana han querido darnos su versión de un mismo hecho con múltiples nombres recogidos a lo largo y ancho de la historia. Como punto de partida, tomaremos la experiencia de Concha y Silvio, quienes llevan un puñado de años casados y en los últimos, confiesan, el sexo se ha convertido en una rutina doméstica más en la que ni el uno ni el otro es capaz de sorprender.

«Nos hemos propuesto seriamente darle la vuelta a la cama, pues la insatisfacción nos está minando como pareja. Pero el esfuerzo no está dando los resultados deseados. Comenzamos por jugar a los disfraces: la enfermera y el bombero; la colegiala y el médico; la estricta institutriz y el butanero€ O bien nos partíamos tanto de risa que alguno terminaba mosca, o bien los disfraces eran tan cutres que no éramos capaces de ponernos en situación. Nos pasamos al sexo duro, con fusta, látigo, palas de madera, tacones, máscaras€ La primera paliza fue suficiente para comprender que lo sadomaso no es lo que nos va. El tercer intento lo enfocamos a adentrarnos en mundos desconocidos: juguetes de todo tipo para todo tipo de orificios. Nada. De verdad creo que somos unos negados».

Le vamos a dar a esta pareja una alternativa a través de otro testimonio internáutico: «Mi novia me tiene loco del to. Creí que lo había probado todo en el cuerpo a cuerpo. Cuantos más aparatos, juegos, parafernalias y ruidos, mejor. O eso es lo que hasta ahora había experimentado. Sin embargo, desde que me eché esta novia alicantina, mi postura favorita es ahora la pasiva boca arriba, dejando que ella, sobre mí, maneje el timón. Y lo hace únicamente con su vagina y sin necesidad de moverse arriba y abajo». Llamémoslo pompoir, el beso de Singapur o cocomordán. Las mujeres que dominan esta técnica, conocidas en gran parte de Latinoamérica como cangrejeras, utilizan su vagina como una potente máquina de succionar con ayuda de su músculo pubocoxígeo.

No es una técnica novedosa, ya que hace más de tres mil años que se conoce esta modalidad amorosa. Con posible origen en la India, este singular beso es técnica obligada entre las geishas y práctica conocida en las ya extinguidas cortes reales de nuestros vecinos franceses. Cualquier mujer puede ponerlo en práctica tras unos meses de entrenamiento a través de ejercicios como los de Kegel. El resultado en la práctica: orgasmos más duraderos e intensos para ambas partes. ¿La solución definitiva para Concha y Silvio? Ya nos lo contarán.