Son muchas, muchísimas, las vivencias con mi maestro en el oficio de reportero, Tico Medina. Desde que lo conocí en 1976, cuando publiqué la antología de Miguel Hernández en la colección de bibliofilia El Arca, edición que él presentó porque desde el 52 iba detrás, cada décimo aniversario, de rescatar al poeta desde las páginas del dominical de ABC. Con él estuve en América, en Cartagena de Indias, trabajando sobre los gamines. Son muchos los programas -unos 70- de los retratos murcianos para A toda página de Antena 3; y otros tantos para Mayores sin reparos, que él presentaba en la misma cadena.

Un sinfín de colaboraciones; hicimos programas pilotos, entre ellos El caminante; narró el documental sobre el Belén de Salzillo, en Roma; hasta donde fuimos para grabar el acontecimiento; y otro sobre la Romería de la Virgen del Carmen, en San Pedro del Pinatar.

Juntos montamos, con Jerónimo Molina, el Museo del Reportero de San Javier; su colección de pintura y objetos personales formidable. Yo me quedé de coordinador. Y Tico, de su paga acordada con el Ayuntamiento, me hacía llegar una parte para atender el estudio despacho que había alquilado en Murcia, en la calle Jaime I El Conquistador, donde, además, ordenábamos su archivo personal; trabajo que hacía Puri García Ayala, magnífica amiga y trabajadora de Onda Regional.

En esta emisora en la que yo hacía un programa por las mañanas, entonces con Adolfo Fernández. Él hizo sus intervenciones profesionales deliciosas. Hicimos trabajos de comunicación para la dirección general de Juventud de la Comunidad Autónoma y, siendo alcalde de Puerto Lumbreras Pedro Antonio Sánchez, dio una conferencia, recuerdo, en las Cuevas de Nogalte, recién restauradas. Son innumerables nuestras fraternales labores en las que aprendí de su calidad personal y profesional.

Tico Medina es granadino, de Píñar, hijo predilecto de la capital andaluza; tiene todos los premios de periodismo que se pueden conseguir con la profesión en este país, pero hubo un tiempo que vivió en Murcia, en la calle de Cartagena, a causa del traslado de su padre. En una parte, se siente murciano, aunque no es cierto, cuando bromea, que es pariente de Vicente Medina. En Murcia hasta patrocinó un concurso de colombicultura que llevaba su nombre; y adquirió un ático en La Manga y otro en La Ribera. Les seguiré contando, en otra ocasión, otras emociones, entre ellas las de Cudillero, en Asturias, donde tuvo casa magnífica. No tengo palabras bastantes de agradecimiento hacia su cercanía, que fue de hermano mayor, de maestro admirado, siendo yo un aprendiz de nada.