Ya sé que no aguantará una mala mar y que su aspecto es algo destartalado, sin un humilde camarote en donde poder descansar durante la travesía. Un casco endeble, una orza de quilla que brilla por su ausencia. Hasta el timón parece de juguete. ¿Las velas? Es difícil que a algo tan acartonado y con tan poco trapo se le pueda llamar de esa manera, lo sé.

Por otra parte, tiene gracia que me preguntes por las provisiones, cuando ayer en tu casa, me diste una comida de posguerra que parecía que no había un mañana. Pescaré algo con lo que alimentarme o cazaré algún cormorán o un alcatraz. Ya veré. Lo importante es la aventura, escapar de lo cotidiano, dar el paso definitivo. Déjame vivir mi sueño. Cabe la posibilidad de la equivocación, del error fatal, pero échate a un lado y permíteme que me hunda y quién sabe, a lo mejor vuelvo a salir -yo solo- a flote. Ya, es un barco de papel, lo sé. Como también sé que cuando te pones cenizo no hay quien te aguante.