Voy a escribir este Olvido con especial memoria. La de un pintor de Murcia que se fue a Madrid a abrirse camino y que, durante muchos años, fue ilustrador y periodista, jefe de confección, de ABC y Blanco y Negro. Nadie le ha recordado nunca, que yo sepa, con exposiciones de su obra, en su tierra; incluyéndolo en nuestra nóminas de artistas. Nada. Es verdad que José Francisco Aguirre, de él estoy escribiendo, murió joven; pero esa no es razón del olvido. Son cosas que poca explicación tienen en esta Murcia tan negativa a veces. Vivía en Callao, en Madrid, con su familia numerosa; fui a verle después de que hiciera aquella exposición de 1963 en Afrodisio Aguado. Fueron gouaches y dibujos los expuestos.

El arte de Aguirre se manifiesta en estas obras llenas de espontaneidad, de buen estilo, de oficio y cuidada realización. La vida profesional de José Francisco Aguirre es de una constante entrega a la pintura y al periodismo artístico. Desde que vino de Madrid procedente de su Murcia natal, Aguirre ha cultivado ambas actividades, y no bastándole tan dilatados campos, se ha extendido a la decoración teatral y a la ilustración de libros.

En Mundo Hispánico dejó huella imborrable como confeccionador y artista; Celia Gámez le encargó los bocetos de sus decorados y, puro contrapunto, fue realizador también de los destinados a diversos autos sacramentales que se representaron en España y en Alemania. Ganó el premio Lazarillo para ilustradores por los dibujos que hizo para El libro del desierto. Así se escribe en su revista Blanco y Negro, a la que se incorporó y trabajó hasta su muerte como jefe de confección.

Fui amigo de su hermano Antonio, guionista de las películas de Pedro Sanz y Antonio Medina Bardón; también pintor y crítico de cine, autor de libros sobre su técnica, y con quien mantuve correspondencia y amistad en los últimos años de su vida. La pintura de José Francisco Aguirre, en esa línea tan murciana que distinguió a pintores como Carpe o Vicente Viudes, está a la espera; numerosa en la colección de su revista, junto a las ilustraciones del otro murciano: Medina Vera. Parece que todo, en apariencia, está hecho y reivindicado. Ya ven que no. A veces cansa la posición de niño terrible que llama a las conciencias colectivas. No importa, hoy merece la pena. Como se decía en las antiguas solicitudes de algo justo: «A quién corresponda» y en busca de la autoridad competente. Al César lo que es del César.