Aunque cuesta trabajo creerlo, cuenta la leyenda que Roma fue fundada por dos hermanos, Rómulo y Remo, que fueron amamantados por una loba que atendía por Capitolina.

El Lacio era una llanura situada en la parte meridional del río Tíber. Sobre unas colinas de las riberas y no muy lejos del mar, donde vivían mercaderes etruscos, latinos y sabinos, debido a sus transacciones comerciales, estos pueblos fueron creciendo, uniéndose y amurallando el recinto. Así quedó formada la ciudad de las siete colinas, Roma, destinada a ser la capital del orbe.

En Roma existía una jet formada por nobles, patricios o ciudadanos. El resto de habitantes eran la plebe, masa social sin apenas derechos.

La religión romana era politeísta, dioses que en su mayoría conocemos gracias al Entierro de la Sardina.

Es en este momento de la historia cuando realmente el baño se populariza. La jet romana contaba en sus domicilios con balsas y piscinas, e incluso se construyeron baños públicos para la plebe. Los plebeyos estaban ciegos por meterse en el agua al igual que los patricios, pero no podían por ser plebeyos. Tanto les gustaba el agua que crearon las termas para bañarse todos los días del año (aguas termales, de ahí los baños de Archena). Se bañaban con una especie de dodotis o en pelote, siendo masajeados y masajeadas con ungüentos y aceites finos muy aromáticos por soberbias esclavas. Ya los romanos tomaban aperitivos al borde del agua a base de ricos caldos, martinis, ostras, caracoles y, sobre todo, calamares a la romana, hoy tan apreciados en bares y chiringuitos.

A los romanos les encantaban las playas, puestas muy de moda por los emperadores que gustaban de los paisajes de Capri, Sicilia y otras bellas zonas del litoral italiano, atrayendo así al resto de las clases sociales.

Los iberos fueron reacios a los romanos. Indíbil y Mandonio pagaron con su vida la resistencia a los invasores amigos del baño mandados por Galba. Los supervivientes se refugiaron en las montañas al mando de Viriato que animaba a la lucha, pero no así a tomar baños. Seis pretores y tres cónsules fueron derrotados, hasta que el cónsul Cepión y sus capitanes le asesinaron mientras dormía. Sólo la traición pudo con el invicto caudillo hispano, cuyas hazañas tenían atemorizada a Roma.