En los inicios, en las caracolas no existían sonidos elegantes de mares y océanos. Si acaso, se podía percibir cierto tufo a clausura y a algas secas. Más tarde, con el devenir de los tiempos, empezaron los mares a traslucir eufonías por sus huecos. La época de mayor esplendor de las caracolas llegó antes de la navegación, cuando los mares eran vírgenes. A partir de la revolución industrial, todo se fue por la borda y a estas alturas, si te acercas una de ellas al oído, sólo escuchas mares cabreados y ruidos de náufragos que piden socorro.