Los fenicios fueron un pueblo muy trabajador al que también se le conocía como ´puni´ que se establecieron en los montes del Líbano con ciudades tan atractivas como Biblos, Sidón y Tiro. Su influencia en la península ibérica fue decisiva. Los sagaces comerciantes llegaron a nuestras costas a remo y vela ávidos de riquezas, los iberos, que entonces éramos nosotros, aprendimos de los fenicios a comerciar, el arte de construir barcos, el laboreo de las minas, la extracción de aceite y sobre todo, y muy importante, la salazón del pescado.

Fueron estos señores los que realmente nos trasladaron el invento de la hueva y la mojama, tapas fundamentales en la dieta del bañista moderno. Realmente los fenicios se bañaban poco, lo suyo era el navegar por la costa creando así colonias, que eran una especie de clubs náuticos dedicados al comercio de toda clase de baratijas: cerámicas, quincalla, vinos peleones etc. Colonias importantes de aquí fueron Gádir, Malaca, Ábdera, Hispalis (Cádiz, Málaga, Adra, Sevilla) y sobre todo Ebusus, a la que nosotros conocemos como Ibiza, por aquel entonces no estaba abierta la discoteca Pachá, ni a los de Murcia, siguiendo el ejemplo fenicio, les había dado por navegar, con el barquito fondeado en La Ribera o Campoamor, hasta las costas ibicencas. La religión de los fenicios era crudelísima y obscena, las sacerdotisas iban siempre en cueros y cada ciudad tenía un dios o baal, aunque seguían sin bañarse.

Los fenicios, pueblo marinero y hábil constructor de naves, con su poderosa flota mercante, fue lazo de unión entre el mundo oriental y el Mediterráneo. Los egipcios, los asirios y los persas eran clientes suyos. Ofrecían los puni a los demás pueblos cobre y mármoles de Grecia, lino y algodón de Egipto, especias de la India, incienso y mirra de Arabia, maravillosas esclavas del Cáucaso, junto con los productos de producción propia: idolillos, vasos de vidrio y de cerámica, vajillas esenciales para un buen aperitivo o una buena comida a la orilla del mar, y productos de los pueblos que visitaban. Para evitar la competencia, guardaban secreto riguroso acerca de sus misteriosas excursiones marítimas, sobre todo acerca de Huelva y Santa Pola con su excelente marisco.

El lino y el algodón fueron esenciales para la creación de los primeros trajes de baño, teniendo en cuenta que en aquella época eran muy pocos los que sabían nadar, aunque sí les encantaba exhibir palmito por puertos y playas.