Negra. Así se llamaba Blanca antes de 1303 debido, al parecer, al color del monte donde se edificó su castillo. Es precisamente este edificio fortificado de la época islámica la primera huella de la presencia del hombre en estas tierras pertenecientes a la Comarca de la Vega Alta del Segura.

Se alza sobre un elevado cerro de la sierra del Solán, dominando el casco histórico de Blanca. Desde este lugar estratégico se controlaba buena parte del Valle de Ricote, así como las vías de comunicación con Jumilla.

Situado entre la sierra del Solán y el río Segura, el municipio, que perteneció a la Orden de Santiago, cuenta con un paisaje natural perfecto para los amantes de la naturaleza y de la historia. El turista puede realizar unas fotografías panorámicas de gran belleza desde el Mirador de Bayna y desde el del Alto del Palomo. Después, es recomendable dar un paseo por las estrechas calles del municipio y contemplar, por ejemplo, la arquitectura de estilo barroco de la ermita de San Roque, que data del siglo XVIII.

Este edificio se levantó después de que Blanca no sufriera ningún daño durante la propagación de una epidemia de fiebre amarilla que asoló al Reino de Murcia. Cuenta la tradición que esto se debió a la intercesión de San Roque, por lo que fue nombrado patrón de la localidad.

Otro de los tesoros patrimoniales con los que cuenta Blanca es la iglesia de San Juan Evangelista, en cuyo interior está la talla de un Cristo atado a una columna, del discípulo de Salzillo, Roque López.

Alejada del centro de la localidad, en medio de la huerta y rodeada de naranjos, mandarinos y limoneros se alza elegante una casa señorial del siglo XIX. Se trata de La Favorita, una casa construida en 1894 por encargo de la condesa que, al ver como los temporales arrastraban hasta la puerta de su vivienda los escombros de otras edificaciones, decidió levantarla lejos de cualquier sierra para trasladarse a ella. Con un estilo ecléctico, este edificio es uno de los más llamativos de Blanca.

Personajes ilustres

Las tierras blanqueñas son, desde tiempos pasados, una fuente de inspiración para muchos pintores. La huerta, repleta de naranjos y limoneros; las calles estrechas en la que juegan los niños al balón; las plazas, llenas de bancos donde los vecinos se sientan a charlar, y la sierra, donde se encuentra el castillo, son algunas de las zonas que han sido plasmadas en el lienzo de grandes artistas, como es el caso del Hijo Predilecto del municipio, Pedro Cano.

Este blanqueño, que estuvo viviendo en Italia, América Latina, Nueva York, Los Ángeles, Turquía y Egipto, entre otros lugares del planeta, es una de las personalidades más ilustres de la localidad. De hecho, en el municipio se encuentra la Fundación Pedro Cano, que se va a inaugurar próximamente.

Otro de los vecinos más célebres de Blanca es el inventor Antonio Molina Cano, que nació en 1879 y falleció en 1953 y dedicó gran parte de su vida a la transformación de la energía hidráulica en energía eléctrica y mecánica.