Todos los días, al salir de mi cole se llama Capuchinos realizo el mismo recorrido hasta llegar a mi casa: salgo del edificio, cruzo la plaza Circular luego calle Constitución y la Gran Vía. Es allí donde está el Sr. Invisible, frente a unos famosos grandes almacenes. En la calle multitud de coches y por la acera un gran número de personas entran y salen de las tiendas que se agolpan a ambos lados de la calle. Son como hormiguitas entando y saliendo de sus hormigueros. Todos se mueven excepto el hombre invisible que siempre permanece en el mismo sitio, lleva la misma ropa y tiene el mismo cestito en el suelo y el cartel que dice que tiene hambre y no tiene trabajo.

Sólo por las tarde, viene a descansar debajo del balcón de mi habitación en la plaza Santa Catalina, donde tiene una manta y una mochila que también deben de ser invisibles porque nadie se las lleva.

También hay un brick de un zumo llamado: "tinto don Simón".

Cuando termino de hacer los deberes me asomo a la plaza por mi balcón. Él ya me conoce, y cuando ve que le miro me saluda con la mano y yo le respondo. Luego él me sonríe y yo le sonrío a él.

Un día, bajé con mi madre a la calle para comprar algo en la farmacia. Mientras compraba aproveché el momento para acercarme y hablar con este señor:

-¿Por qué me miras? Dijo después de mirarle un ratito.

-Sé tu secreto, le contesté.

-¿Qué secreto? Dijo él.

-Pues que eres invisible, y por eso la gente no te da comida, ni trabajo. ¡Está claro! ¡No te ven!

El señor se quedó callado y sonrió un poco. Seguro que se sorprendió de que hubiese descubierto su secreto. Se quedo callado un instante y luego dijo:

-Me tienes que guardar el secreto! Soy el ayudante de los Reyes Magos, por eso solo me ven los niños. Anoto las cosas buenas que hacen los demás, y luego llevo las anotaciones a aquella estrella que brilla incluso de día. Vivo allí, es la misma estrella de Oriente. También demuestro con mi forma de vida que se necesita muy poco para ser feliz.

-¡Paula!

-Me voy, mi madre me llama.

El fin de semana llegó pronto, era sábado, y me desperté pronto. Miré por la ventana y allí estaba, durmiendo sobre un banco en la plaza y sólo tapado con una vieja manta. Pero como era para dar lástima y hacernos mejores, no importa. Además los ayudantes no deben de sentir frío porque son un poco mágicos.

-¡Paula bajo por el periódico!

-Si, espérame.

Hacía sol en el banco del señor invisible y le dije a papá que lo esperaba allí. El quiosco estaba al lado. Había más niños en el banco con sus madres.

-Hola, le dije al señor invisible.

-Hola Paula.

Estaba sentado tomando un poco de pan con queso.

-¿Sabes Paula? Me despido de ti ahora, porque me envían a otro sitio para ver lo que hacen las personas buenas de ese lugar. Para que no te olvides de mí toma esta estrella. Era un llavero con la misma estrella que tenía pintada la botella marrón de la que bebía.

-¿Te gusta? Es allí, donde vivo.

Yo tenía un colgante con forma de corazón muy bonito y le dije:

-Mira, yo tengo este regalo para ti. Una vez me dijiste que lo más importante de las personas es su corazón, así cuando estés en las estrellas recordarás el corazón de los niños.

Es el regalo más bonito que me han dado nunca.

Mi padre estaba a mi lado leyendo el periódico.

-¡Papi! ¿Has visto a este señor con el que hablaba?

-¿Qué señor? Contestó él.

Era evidente no lo veía porque era un adulto.

Por la noche miro siempre a mi estrella que está colgada en mi estantería. Es fascinante pensar en su amigo "él ya estaría allí" quizá él también estaría pensando en ella. O ¡la podría ver! Por si acaso le mando un beso de buenas noches.

Tumbado sobre una manta igual de "invisible, su amigo descansaba o dormía o soñaba con los ojos abiertos. A su lado otros hombres invisibles, con pieles oscuras, también dormían y compartían algún Jesús Abandonado ignorado, en otra ciudad desconocida pero menos fría….

FIN