Ha sido en un tiempo récord que un militante de un partido político, en este caso socialista, y no sé que exista otro ejemplo igual, sea dos veces secretario general del partido, la primera repudiado irracionalmente por los suyos (mejor: por personas, tanto mujeres como hombres, que no le veían con buenos ojos); pero él, después de dimitir y de irse del Congreso, ya que era diputado, volvió a presentarse. Y en la presentación como secretario general nuevamente, en un mitin dijo: «Los socialistas entrarán nuevamente a la Moncloa».

Y así ha ocurrido esta misma semana, después de que un tribunal diera a conocer la sentencia de parte de la trama Gürtel, una de las mafias económicas y de corrupción institucionalizada por el PP en España.

Y ha sido así, en un ambiente totalmente contrario a la continuidad de Rajoy y su Gobierno, como Pedro Sánchez firmaba una moción de censura contra ellos, en día y medio lo sacaba de la Moncloa y el Congreso lo situaba en la presidencia de un nuevo Ejecutivo que pronto debería empezará a actuar.

Para esto ha ido necesario que otros partidos ayudaran y votaran favorablemente a los socialistas. Pedro explicaba donde hizo falta que tenía necesidad de llevar adelante ese proceso de sacar del Gobierno la corrupción que hemos padecido. Un Gobierno condenado por corrupción que ha hecho daño a este país en materia de sanidad y de educación (véanse los recortes padecidos), que ha dividido este país, negando el diálogo territorial democrático, sobre todo a los catalanes, y manteniendo una situación muy peligrosa de confrontación.

La alegría que este fin de semana se ha podido observar en algunos sectores y organizaciones de izquierdas ha sido notable, a pesar de que alguna gente (correveidiles del PP sobre todo), no han tardado en airear que el futuro será terrible, malo para España o los españoles. Y esto por empezar a quemar las velas que Pedro Sánchez ha puesto ahí para que surque el barco de la libertad, y la decencia empiece a navegar gracias a los 180 diputados que tumbaron a Rajoy, que representan un total doce millones de votos, algo nunca visto en una moción de censura.

Me atrevo a diagnosticar larga vida política, ahora sí, a Pedro Sánchez, verdadero adalid de este proceso tan necesario que terminó con el partido más corrupto de la historia política española. Y esto, junto a los partidos que entendieron a Pedro desde el primer momento, caso de Unidos Podemos. Ellos y quienes han estado a su lado han terminado con el jaleado espanto populachero del que «ahora nos vamos a enterar», como si los cielos se abrieran en un juicio más parecido a los ángeles de San Juan, el exterminador del Apocalipsis con trompetas y miedo, queriendo acabar con todo lo bueno que hay en este país, como si no supiéramos a estas alturas quién es cada cuál y de dónde viene.

Esto empieza ahora, porque cosas veremos, y esperamos, pero sobre todo cosas que se hagan bien y que deshagan los males en que nos ha metido ese partido encabezado por el más inútil de todos los políticos que ha tenido este país, Rajoy. Que se hagan cosas y ya, sobre todo en materia salarial y de apoyo a los pensionistas, o en materia de legislación, ruptura así con el decretazo y legislación en política de género frente a la violencia en este sentido. Y menos banderías y peleas entre españoles y sus regiones, que la historia ya nos enseñó que el garrote no es buen consejero para seguir adelante, sino el diálogo, sólo el diálogo. Y veremos entonces si Pedro tiene o no tiene una idea de país, y, sobre todo, para que recibamos alegrías, después de tantos años de tristezas, recortes y robo al Estado.