Ayer, 24 de mayo, se celebró en toda Europa del Día Europeo de los Parques Naturales. La elección de esta fecha, promovida por la Federación Europarc que agrupa a los espacios protegidos europeos, conmemora que los primeros parques nacionales del continente se declararon en Suecia el 24 de mayo de 1909. Para esta edición de 2018 la celebración del Día Europeo se auspicia con el interesante lema 'El patrimonio cultural: también en la naturaleza'.

Según datos de Europarc, en España existen más de seis millones de hectáreas terrestres protegidas, un 13% de la superficie española, que llega a más del 27% al considerar la Red Natura 2000. Las áreas protegidas en toda España agrupa más de 1.950 espacios naturales protegidos, lo que incluye quince parques nacionales, 151 parques naturales, 290 reservas naturales, 346 monumentos naturales, 57 paisajes protegidos, y un conjunto numeroso y variado de otras figuras desarrolladas por las comunidades autónomas. Más de mil municipios españoles contribuyen con su territorio a la superficie de los parques y en estos municipios viven cerca de veinte millones de personas. Además, el desarrollo de las directivas europeas que dieron lugar a la Red Natura 2000 hace más de veinte años sitúa a España como el país de la Unión Europea que más superficie terrestre protegida aporta.

Sin embargo, esta protección estadística no siempre garantiza la conservación de la biodiversidad ni de los procesos ecológicos y sociales que son la base del bienestar humano. Aunque hay ya días internacionales para casi todo, el Día Europeo es, precisamente, una oportunidad para reflexionar sobre esa circunstancia, enfocando la mirada hacia el presente y el futuro de las áreas protegidas. Se trata de comprender que proteger los espacios naturales es un reto que conforma un nuevo valor prioritario para las sociedades avanzadas y democráticas. Así de sencillo: guste más o guste menos. Por eso es inexcusable promover un entorno favorable hacia estas áreas desde el ámbito político, institucional y social, fortaleciendo la comunicación, la participación local, la coordinación entre políticas sectoriales y la formación.

Son ya muchos los datos, las investigaciones, los documentos, las legislaciones, las directivas comunitarias y los pronunciamientos internacionales, que demuestran que la conservación de la naturaleza no es un caprichoso lujo hippie producto del radicalismo de unos cuantos, sino una obligación estratégica sin el que las sociedades serán a medio plazo más pobres y contarán con menos recursos y perspectivas. En España los parques dan empleo directo a miles de personas, y aunque los beneficios indirectos no están suficientemente valorados, el potencial socioeconómico de los espacios naturales es muy grande. Por ejemplo los parques españoles reciben al menos veintitrés millones de visitas al año, hay centenares de empresas locales asociadas a la Carta Europea de Turismo Sostenible y cada vez hay más iniciativas para promover los productos de calidad artesanales en el entorno de los parques. Datos y perspectivas que también hay que tener en cuenta para estos tiempos en los que todas las opciones de desarrollo sostenible deben de ser profundizadas.