Los días 16, 17 y 18 de la semana pasada Murcia acogió el evento de más larga tradición en el ámbito filosófico español: el Congreso de Filosofía Joven. El Campus de la Merced de nuestra Universidad sirvió de marco para el cumplimiento de su 55 edición, cuyo origen se remonta a 1963. Este congreso-institución ha venido celebrándose año tras año, cada vez en una universidad española distinta, bajo la responsabilidad de renovados equipos organizadores, que han ido traspasando el relevo de sus funciones y han permitido con ello su continuidad. Organizado desde sus inicios por jóvenes filósofos y filósofas, la presente edición de 2018 ha contado con un gran comité organizador formado en torno a la Facultad de Filosofía.

Como señaló su actual decano, Antonio Campillo Meseguer, en el discurso inaugural, el Congreso de Filosofía Joven tiene la virtud de haber servido, desde su carácter autoorganizativo, a diferentes fines ajustados a las necesidades de la comunidad filosófica en cada periodo histórico reciente de nuestro país. Así, encontramos que, en sus inicios, el Congreso permitió crear un espacio de discusión de corrientes de pensamiento, como la analítica o la nietzscheana, excluidas de una universidad dominada por corrientes tomistas. O que, desde el comienzo de la crisis económica de 2008, el Congreso ha supuesto un espacio de investigación filosófica para los numerosos jóvenes expulsados del marco académico por los recortes de recursos públicos.

En cualquier caso, el Congreso de Filosofía Joven ha tejido desde su origen redes de jóvenes investigadores entre las distintas universidades españolas y ha establecido lazos intergeneracionales en el ámbito de la filosofía a través de la continua participación de relevantes catedráticos en sus conferencias plenarias.

El año pasado un grupo de jóvenes investigadores de nuestra universidad tuvo el arrojo de acudir a la asamblea de la edición anterior del Congreso, celebrada en Valencia, y presentar allí la candidatura de Murcia para la celebración de la siguiente edición. Los entonces organizadores les lanzaron una pregunta crucial: ¿por qué asumir el reto de la organización de este congreso con las dificultades que ello implica? No es sencillo llevar a cabo un encuentro filosófico de tal magnitud.

Que la filosofía vive hoy horas bajas no es ningún secreto. La falta de compromiso por parte de las instituciones a la hora de financiar y de dar espacio a esta disciplina, junto con los nuevos requerimientos académicos que llenan de burocracia el trabajo investigador hasta casi asfixiarlo, convierten al joven doctor, o al aspirante a ello, en una suerte de Sísifo que apenas tiene tiempo más que para recluirse en un despacho, sin saber si tal soledad y tal despliegue de horas de trabajo le llevarán a parte alguna. Sin embargo, y pese la precariedad en la que vive hoy inmersa la filosofía, como tantas otras dimensiones de nuestra vida, el entusiasmo, la pasión filosófica, ganan la batalla.

La respuesta a aquella pregunta surgió justamente desde ahí: hacerse cargo de la organización del Congreso porque en el interior de los y las jóvenes filósofos y filósofas late una secreta pasión que es la esencia de su quehacer y que debe reproducirse social e intergeneracionalmente a través de la (re)creación de una comunidad filosófica que muestre la diversidad y la viveza de la filosofía.

Tal diversidad y viveza ha quedado plasmada en la estructura misma del Congreso, contando con nueve mesas temáticas inclusivas de las distintas áreas filosóficas (ontología, estética, política, feminismos, ética y ecología, lenguaje, epistemología, antropología e historia), con dos paneles y con un cartel de lujo de conferenciantes invitados. El Congreso ha sido abierto por Francisca Pérez Carreño, catedrática de Estética y Teoría de las Artes de nuestra Universidad, y María José Frápolli, catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Granada.

La cuota internacional ha sido cumplida por Bernard Stiegler, director del Instituto de investigación e Innovación del Centro Pompidou de París. Finalmente, el Congreso ha dado su cierre con Manuel Delgado, catedrático de Antropología Religiosa de la Universidad de Barcelona y con Francisco Jarauta Marión, catedrático de Filosofía de la Universidad anfitriona. Mención especial se merecen la presidenta del Congreso, María José Alcaraz León, profesora contratada doctor, y el presidente de honor de esta edición, el catedrático de Teoría del Conocimiento Eugenio Moya Cantero.

Al extraordinario cartel de ponentes invitados habría que sumar el fructífero y dinámico proceso de reflexión generado por más de 120 participantes activos, nacionales e internacionales, que han presentado comunicación en las diversas mesas. Unos resultados que han sido posibles gracias al patrocinio de la Fundación Séneca, el Rectorado, el Campus Mare Nostrum, la Escuela Internacional de Doctorado y la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.

El Congreso seguirá su itinerancia en la Universidad de Santiago de Compostela, que verá celebrarse su 56 edición en 2019, tal y como se decidió por unanimidad en la asamblea del pasado jueves. Y, con ello, la secreta pasión filosófica dará solución de continuidad a un quehacer asediado por los envites del presente.