Pocas cosas cuestan más que tirar una camiseta o unas zapatillas. Cuando toca hacer el cambio, que siempre toca, aunque te organices los cajones o tengas una habitación en la que todas las paredes son armarios, siempre termina tocando, porque hay que cambiar camisas y jerseys por polos y camisetas€ con El Cambio, aparecen. Esas prendas de las que uno no quiere desprenderse por nada del mundo sin saber bien por qué. Es un Diógenes de la ropa que sí. Porque la ropa es que no o que sí, como diferenció en su día el gran Charli Ranedo que para estas cosas y las tartas de queso es el que más sabe del mundo, que por eso es de Bilbao. Ropa que no es esa que te compras y no te pones. Ese polo naranja que te regalaron y molaba pero que al ponértelo es que no y se queda ahí.

La ropa que no desaparece. Normalmente, incuso, da tiempo a cambiarla. Si no, es la que enseguida va al montón de dar o tirar. Con el cambio los problemas son con la ropa que sí. Esa ropa que por diferentes motivos, pero, creo, sinceramente, no tiene por qué haber uno específico, se queda en un limbo de amor sin condiciones. Polo, camiseta€ chaquetilla. De un año a otro te olvidas de ella, y cuando sale del fondo del cajón€ Suspiro.

Pero, claro, no se puede mantener ahí eternamente. Hay que abrir un juicio. Los montones sobre la cama. Una camiseta que sí, claramente que sí, que hay que juzgar. Ya lleva tres o cuatro años salvándose con un ´para la playa´, pero llega un momento en que ya no vale, porque no te la has puesto para bajar a la playa nunca. Y ahí ya hay opciones menos creíbles todas. Para hacer deporte€ para pintar (si alguna vez has pintado algo)€ y la última que le otorga algo de vida, para dormir. El siguiente paso es dar o tirar. La bolsa de ropa que no con la ropa que sí que ya no hay forma de salvar.

Es seguro que si retraso cada año más El Cambio es por esto. Porque cada año cae algo de aquella ropa que fue que sí, y que cada vez cuesta más encontrar. Porque cada vez somos más lo que no fuimos cuando llevábamos aquella camiseta de skate que jamás vas a tirar porque será el último resquicio que queda de aquellos ollie sad sobre los cinco escalones de la vieja de Santa Isabel, o de aquel atardecer escuchando Falling like a flower junto a Isla Grosa.

¿Has hecho ya El Cambio? Vale.