«Las grabaciones muestran como los procesados disfrutan de la situación e incluso posan en actitud jactanciosa alguno de ellos, mientras que nada de eso revelan las grabaciones respecto a la denunciante, quien según acabamos de razonar, en los dos últimos vídeos a partir de los que se interrumpió la grabación aparece agazapada, acorralada contra la pared por dos de los procesados y gritando» (último párrafo de la pág. 73 y primero de la 74 de la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra).

El jueves 26 de abril, mujeres y hombres de este país salimos a la calle al conocer el fallo de la sentencia dictada en el llamado 'caso de la Manada'. Una expresión colectiva de repulsa frente a la decisión judicial por la que se nos ha cuestionado en las formas más variadas: llamadas al orden y a la cordura; acusaciones de que estamos contribuyendo a convertirnos en un país sin ley, que formamos parte de una horda linchadora al más puro estilo del salvaje Oeste; machaconas clases gratuitas sobre la importancia que tiene discriminar el abuso de la agresión sexual, declaraciones sobre nuestra 'incapacidad' para comprender el fundamentado sentido jurídico del fallo (recordemos que 237 páginas de las 371 corren a cargo del magistrado Ricardo González, que en su voto particular pidió la absolución de todos los procesados)

¿Se puede sostener que la suposición de que la víctima entró 'voluntariamente' en el portal como pretende el juez González, significa que las penetraciones bucales, vaginales y anales a las que fue sometida dentro fueron consentidas, sabiendo, además, el estado en el que fue encontrada?

Es grave que lo intocable no sea el cuerpo de una mujer sino la decisión judicial. Hemos molestado a las cuatro asociaciones de jueces y magistrados de España, que nos piden rigor y consideran desproporcionada la reacción de la calle, que nos piden calma, que nos recuerdan que todavía se puede recurrir. Hemos escandalizado a profesionales de la abogacía por nuestro atrevimiento, entre los que se cuenta, claro está, el defensor de cuatro de los lobos de la Manada. El mismo día de las protestas algunas abogadas, también, han defendido la impecable solidez de los argumentos de la sentencia y se han quejado de ser acosadas en las redes a causa de sus declaraciones. Hemos oído a una conocida criminóloga y abogada afirmar en televisión que la sentencia es un éxito para la acusación porque «?el tribunal condena (?) pese a que no hay ni agresión, ni violencia, ni intimidación. La propia testigo lo establece en Sala cuando dice que en ningún momento ha sufrido agresión en el sentido de que no ha sufrido violencia física». Como ven, por el camino, hemos perdido a la víctima, que se ha convertido en testigo de su propia violación. Intervenciones técnicas y asépticas que obvian precisamente el objeto de la reprobación social: la interpretación de la ley que se produce respecto a las agresiones a mujeres.

¿Por qué se asustan de esta repulsa colectiva, calificada de reacción violenta, y no les asusta la violencia a la que nos vemos expuestas cada día las mujeres? ¿No saben que hablamos de terrorismo contra las mujeres porque el número de víctimas, contabilizadas desde 2.003 supera a las de ETA a lo largo de toda su historia?

Gracias a las manifestaciones de la opinión pública en las calles se produjeron importantes cambios legislativos en nuestro país. Baste recordar que en el año 79, cuando el aborto era aún ilegal, comenzó un proceso judicial conocido como 'Las 11 de Bilbao'. Durante todo el procedimiento las mujeres salimos a la calle en solidaridad con ellas y en defensa de una ley del aborto. Fueron condenadas cumpliendo la legislación pero, a diferencia de la sentencia que nos ocupa, el fallo reflejó las penosas condiciones de las mujeres que abortaban en este país. Las concentraciones que se sucedieron consiguieron su amnistía y fueron, sin duda, el germen de la promulgación de la Ley del Aborto en 1.985.

Hemos visto, frente a la puerta de la Audiencia Provincial de Navarra, la protesta de los jueces en defensa de una justicia 'independiente y de calidad', como muestra de solidaridad con Ricardo González que declaraba sentirse «con mucho ánimo, sereno y tranquilo y emocionado por el apoyo de mis compañeros, mi familia y mis amigos. Es la única emoción que siento».

¿A qué tanto revuelo ahora contra el derecho legítimo a la libertad de expresión con respecto a una obsoleta interpretación judicial de lo que la ley establece como agresión sexual?

La doctora en Derecho Encarna Bodelón, directora del Grupo de Investigación Antígona (centro de investigación y de información jurídica sobre mujeres y derechos en perspectiva de género de la Universidad Autónoma de Barcelona), sostiene que esta sentencia no es un caso aislado y que se ha perdido la oportunidad de que las mujeres sientan el respaldo de la Justicia. Desde la posición de autoridad que le confiere su experiencia y conocimiento sobre este tema, afirma con contundencia: «El voto particular es una exacerbación de la visión sexista de todo lo que explica la denunciante. Está lleno de concepciones machistas hasta el punto de entender que los hechos terribles que relata la sentencia han sido una relación consentida».

La reacción machista es de tal virulencia que somos, para nuestra vergüenza democrática, portada de prensa y de televisión internacional. Incluso, a raíz de la sentencia de la Manada, el pasado 2 de mayo el Parlamento Europeo ha pedido a todos los Estados miembros que adapten su legislación al Convenio de Estambul para que sea considerada como violación cualquier práctica sexual sin consentimiento.

Es interesante leer la Carta abierta de tres juezas a la víctima de la Manada http://vientosur.info/spip.php?article13782