Se llevan como el perro y el gato. Es una frase hecha que alude a una supuesta animadversión entre mascotas, pero ya sabemos por los entrañables vídeos de Youtube que, en realidad, les une una gran camaradería, tal vez consecuencia de la curiosidad mutua, que no se percibe entre los miembros de cada una de las respectivas especies, en que la competitividad es más evidente por puro instinto.

En teoría, PP y Cs son como el perro y el gato, pues compiten en el mismo ámbito electoral. Esto supone que han de pelear entre ellos para significarse uno sobre el otro, pero también han de pactar para hacer frente al enemigo exterior. Es una extraña combinación política, desconocida hasta ahora: mantienen la competición con extremada saña, en la que persiguen la destrucción del otro, pero a la vez se ven obligados a establecer acuerdos y pactos para evitar que PSOE y Podemos intercedan en su propia guerra interna. Entre ellos, se despedazan; frente a los otros, se resguardan. Pero a la vez el PP añora al PSOE, y éste al PP, pues el juego entre ambos es más fácil, dispone de una literatura ya conocida. De modo que el PP, siempre que puede, da un rodeo por el PSOE para dejar de lado a Cs. El problema para el PP es que Cs, en último extremo, dispone también de una posibilidad de enlace con el PSOE, que en el futuro puede ser letal.

Veamos el ayuntamiento de Murcia. Hace una par de semanas, la portavoz socialista, Susana Hernández, pronunciaba una declaración en la que tachaba a PP y Cs de socios. ¿Socios? Cualquiera diría que los verdaderos socios del PP han sido los socialistas, ya que por su colaboración el Gobierno municipal capitalino ha conseguido aprobar los dos primeros presupuestos municipales del mandato en minoría de José Ballesta. En esto, Cs no ha sido socio del PP, pues le ha arrebatado ese papel el PSOE.

Pero a la misma vez, el PSOE ha pactado en las pedanías con Cs, Ahora (Podemos) y Cambiemos (IU) para la elección de los alcaldes de zona. En cada una de las circunscripciones donde ha sido posible, el PSOE se ha convertido en socio de Cs para arrebatar poder al PP, de modo que sugerir que los naranjitos son aliados de los populares, al menos en la capital de la Región, es un delirio si nos atenemos al orden práctico. Tal vez ahí resida la razón de que, para sorpresa de todos, ninguno de los partidos de la oposición haya solicitado la dimisión de Ángeles Moreno Micol, concejala podemita, una vez que este periódico desveló la existencia de su chiringuito, Fonnautic, esa denominación 'tan chula' que un día era una empresa inexistente, otro una marca no registrada, y al siguiente, ya sí, una empresa a nombre del hijo de la concejala, prematuro emprendedor mientras acaba su carrera. En estas circunstancias, Cs podría haber aplicado a Podemos la misma medicina que al PP en otros casos, y haber amenazado con romper el pacto con la izquierda en las pedanías para repartírselas con los populares.

Pero el partido de Mario Gómez ni se ha querido enterar de todo esto, como, por cierto, de casi nada, mientras el portavoz se pasea por La Glorieta a la espera de que le busquen una buena recolocación el año próximo a sabiendas de que no repetirá como alcaldable. El PP tampoco se ha interesado por el caso Micol, porque Podemos no es su problema. Véanse las encuestas, la de ayer del CIS, por ejemplo: el carril de la derecha (PP y Cs) va repleto, mientras el de la izquierda (PSOE y Podemos) no rebasa al otro lado. Para el PP lo importante es mantener la mayoría ante Cs para revalidar la dirección del Gobierno como partido más votado.

El perro y el gato se verán obligados pronto a pactar los presupuestos municipales, pues el PSOE esta vez no colaborará, dada la proximidad de las elecciones. A nadie le caben dudas de que PP y Cs llegarán previsiblemente a un acuerdo para los presupuestos capitalinos de 2018, aunque el segundo partido permanezca aliado con la izquierda para la repartición del poder en barrios y pedanías. Es un modelo extraño: Cs vampiriza la sangre derramada del PP, pero a la vez debe mantener a éste en alcanfor para evitar que el electorado potencial que procede del desangrado popular no lo localice como una alternativa propicia a colaborar con la izquierda, y esto aunque es obvio que tras 2019 el aliado natural de Cs será el PSOE, pues no cabe suponer que contribuya a resucitar al PP a la vez que intenta sustituirlo. No sé si me explico.

El perro y el gato no se llevan tan mal como sugiere el dicho. Deben colaborar estratégicamente para mantener el estatus en el hogar, pero por naturaleza se aborrecen, y cada cual busca la primacía. Son obligados colaboradores a la vez que feroces competidores. Singularidades, muy difíciles de administrar, de los tiempos que corren.