Hay doctores inverosímiles como el de Ramón Gómez de la Serna y presidentes (rabiosamente) improbables como López Miras. Doctores que diagnostican a ojo a sus pacientes y les prescriben recetas peregrinas, y presidentes que gobiernan a tientas a sus administrados y los abruman con sus ocurrencias.

A López Miras lo parachutó Pedro Antonio Sánchez en San Estaban, tras su breve y escabrosa estancia al frente del Gobierno regional, con la intención de convertirlo en su fiel sustituto en tanto se disipaban sus problemas con la Justicia. Quería en San Estaban a un presidente interino, precario, atado de pies y manos, y en Miras encontró a la mejor voz de su amo. Por su trayectoria personal y profesional, por las circunstancias dramáticas y extravagantes en que se produjo la sustitución, por la propia personalidad del elegido, todo apuntaba a que a este joven ocupante de San Esteban le perseguiría, al menos hasta que no hubiera elecciones, el estigma de ser un presidente inverosímil.

Y el caso es que, en esencia, poco o nada ha cambiado esta percepción. El problema que tenemos muchos murcianos es que, pese al año que lleva al frente del Ejecutivo, seguimos sin 'creérnoslo'. Como si fuera un presidente impostado, de mentirijilla, imposible o muy difícil de concebir.

Esa 'cruz' quiere quitarse Miras y maniobra para ello. Sobre todo tras comprobar que el viaje de la dimisión de su mentor en ningún caso puede ser ya de ida y vuelta, entre otras cosas porque PAS se encuentra cada día que pasa más acorralado por la Justicia, y la vieja guardia rematada por los casos de corrupción (el último, el de la desaladora de Escombreras). Así que ha llegado el momento de tomar posesión de San Estaban y del partido, no solo de derecho sino también de hecho.

El minicongreso exprés a la búlgara, del que salió elegido líder máximo con poco más de mil votos de los 40.000 militantes que dice tener el PP en la Región, le sirvió para conseguir su carta de libertad (aunque en este PP siempre será condicionada), de la que ahora quiere hacer uso. Ha sido su forma de cortar un cordón umbilical que casi parecía de acero. Y ahora con este «aquí mando yo», que diría Ángel Montiel, coronar mediante esta crisis de Gobierno un desenganche irreversible y definitivo.

Falta por saber si con este nuevo Gobierno imposible e improbable (con nombres que van y vienen en un ejercicio alucinante de malabarismo político, De la Cierva, por ejemplo), Miras conseguirá levantar ese estigma de inverosimilitud que lo persigue. Voluntad no le falta. Utiliza para ello, incluso, consejos prácticos de los calendarios de aforismos: «Para los cobardes el futuro es incierto. Para los valientes es una oportunidad», va diciendo por ahí.

El PP ha hecho de la precariedad en el empleo y en el Gobierno regional su seña de identidad. Contratos de horas, de días, para los trabajadores; y consejerías y presidencias de semanas o meses para sus cargos electos. Si alguien lleva la cuenta de los cambios de presidentes, consejeros, directores generales, directores a secas, y otros cargos de confianza que se han producido en los últimos cuatro años en la Región, que lo diga. A mí hace tiempo que se me embrollaron los números de este maremágnum caótico (valga el pleonasmo). A este paso va a ser más fácil ser consejero de un Gobierno regional del PP que alcalde de barrio.

El doctor inverosímil de Gómez de la Serna hacía prescripciones tan peregrinas como recomendar un cambio en el color de las cortinas del dormitorio para combatir el insomnio; el presidente inverosímil de la región se prescribe a sí mismo algo tan inconsistente como un 'gobiernecito' de meses para combatir el imparable ascenso de la oposición.