En el cine «el arte nace cuando aciertas con tus decisiones en la composición, los movimientos y la luz», dice el director de fotografía Vittorio Storaro, y el acierto proviene de ajustar todo eso a la idea. «El cine no son imágenes ni sonido; son ideas», añade, «no hay nada más importante, ni diálogos ni personajes. Ten claro el concepto; el resto... chorradas». Cuando se rodó la famosa secuencia del ataque de un escuadrón de helicópteros contra un poblado vietnamita en la película Apocalypse Now, con la que él ganó un Oscar, todo surgió de la idea, cuya expresión musical era La cabalgata de las Valquirias. Lo que nos conmueve de esa secuencia es el horror de la matanza y la música consigue trasladar la escena a un tiempo fuera de la historia reforzando su carácter de pesadilla. Lo estamos viendo, pero es demasiado absurdo para ser verdad.

El mismo año de la película de Coppola también se estrenó Hair, de Milos Forman. Si la de Coppola es el corazón de las tinieblas, la de Forman es la luz. Vi las dos en el instituto cuando tenía dieciséis años y me marcaron, sobre todo Hair. No paraba de hablarle de ella a mi hermano pequeño, deseando que creciera pronto para que pudiera ver esta película, que es la que me ha venido a la memoria ahora que ha muerto su director. Mi hermana prefería Alguien voló sobre el nido del cuco. Los dos recordamos dónde las vimos y con quién porque estábamos en el tiempo en el que el cine se confundía con la vida. Desde entonces no he vuelto a verla. No la he buscado. Me da un poco de miedo haber dejado de reconocerme en ella. Aunque tengo la esperanza de que la idea siga viva y de que todo lo que ocurrió allí sea verdad. Tan verdad como lo que sentíamos en la oscuridad del Paraninfo cada lunes por la tarde.

He leído que en la guerra de Irak los marines se ponían la escena de los helicópteros para enloquecer y así poder entrar en combate. ¡Esa no era la idea! Quizá Coppola se equivocó al darle al horror un misterio que no tiene. En la oscuridad solo hay más oscuridad. Y solo se la puede derrotar con la luz. Eso es lo que nos enseñó Hair. La alegría de vivir, el amor, las estrellas brillando ahí arriba€ No se habrán marchitado las flores.