El pasado lunes viajaba con mi coche a Cartagena, lo que no sé si será oportuno decirlo así, públicamente, ya que yo no nací en esa bonita ciudad y al parecer, el señor que será candidato de Movimiento Ciudadano a dicha alcaldía, y que ya fue alcalde de la misma en función de su pacto con el PSOE, pide pureza de sangre (espero que no a los visitantes), no solo a los candidatos a la alcaldía si no también a los que osan aparecer en la puerta del Ayuntamiento para participar en un minuto de silencio por una víctima de violencia de género como este señor ponía de manifiesto, entre otras muchas lindezas, en una entrevista que en ese momento le estaban haciendo en Onda Cero de Cartagena.

El hoy concejal y exalcalde de esa ciudad, José López, reprochaba en dicha entrevista la presencia de la consejera del Gobierno regional Noelia Arroyo, porque según dijo, «no trabaja en el Ayuntamiento», lo que ciertamente me dejó impactada; vamos, que me descolocó. Y continu en ello porque no tengo claro si no podía estar porque, según el, no es cartagenera (me costa que ella siempre presume de tal cualidad), o porque en ese minuto de silencio solamente podían estar los que trabajasen en el Ayuntamiento. Pero lo que me dejó más sorprendida, con ser esto ya suficientemente ridículo, es el tono, chulesco y despectivo, con el que se refería a la próxima candidata del PP a dicha alcaldía para las próximas elecciones, por lo que me 'empapé' de dicha entrevista como si hubiese estado oyendo a alguien del que pudiese aprender algo.

Y lo que aprendí es que produce tristeza que en el noble campo de la política (sin ella no es posible la democracia) haya sitio para gente capaz de decir tantas barbaridades en tan poco tiempo. Su verborrea carente de contenido mínimamente sensato me confirmó que hay mucha falocracia en esta sociedad nuestra. Ese aire faltón al referirse a Noelia Arroyo no lo hubiese utilizado con algún candidato masculino. Los que padecen de ese síndrome tienen un miedo atroz a enfrentarse a una mujer con mayor capacidad que ellos (pobrecilla lo que estará padeciendo la actual alcaldesa de Cartagena, Ana Belén Castejón, que ha de aguantarlo todos los días); así es que a lo largo de la entrevista me sentí atacada como mujer cuando al referirse a la consejera la llamaba «esa chica», usando un lenguaje despectivo y calificándola de «peluca rubia y labios bien pintados» (me recordó por su lenguaje soez y antiguo a otro espécimen de las cavernas como el antiguo alcalde de Valladolid, León de la Riva, del PP, que hablaba de los 'morritos' de Leyre Pajín, cuando ésta era ministra), y en el colmo del desatino 'entró a matar' descalificándola para el puesto de alcaldesa de esa noble ciudad porque, según él, se casó en la Catedral de Murcia (mintió, porque lo hizo en Cartagena), viste traje de huertana y, según él, le gustaría más llamarse Fuensanta que Caridad o Rosell. Sí, esa fue la altura de las intervenciones del 'docto' político: le dieron un tiempo precioso en un medio de comunicación y lejos de hablar de sus propuestas, de sus cualidades como gobernante, de sus capacidades, se dedicó a descalificar a su futura contrincante de manera barriobajera y faltona.

Este hombre habla a borbotones, quiere decir miles de palabras en poco tiempo, y cuando esto ocurre se deja poco espacio para la reflexión inteligente y razonada. Qué difícil es creer en alguien que habla desde las vísceras, porque queda poco espacio para el argumento medianamente inteligente, así es que finalizó la entrevista y fue incapaz de transmitir a los ciudadanos de Cartagena sus ideas sobre la ciudad, si es que las tiene, enredado en la descalificación de su futura contrincante, Noelia Arroyo.

¿Saben que les digo? Le tiene miedo.