Reconozcámoslo: en ocasiones ignoramos algunos hechos simplemente porque no se adaptan a nuestros pensamientos y no encajan con lo que tenemos establecido de antemano en nuestras estructuras mentales.

Sí, nos gusta reafirmarnos en nuestras convicciones. Aunque algunas investigaciones se aferran a las limitaciones de nuestro intelecto para explicar este fenómeno, me inclino más a pensar que nos gusta oír las noticias contadas por quienes las explican bajo nuestro punto de vista y no porque carezcamos de recursos para escuchar otras versiones.

La psicóloga Ziva Kunda dijo bien claro que las personas llegan a las conclusiones a las que quieren llegar. Es decir, para defender nuestra visión del mundo, la percepción que tenemos desde nuestro ángulo, descartamos unos datos y adoptamos otros en el sentido que nos conviene hasta alcanzar la conclusión que nos interesaba desde un principio.

Examinando esta reflexión de un modo simplista se puede interpretar como un síntoma de debilidad, de flaqueza o de poca inteligencia pero? ¡Error! Este mecanismo es una respuesta para protegernos contra la manipulación, porque lo lógico es concluir que las cosas tienen que encajar con lo que ya conocemos.

El sesgo de confirmación es la tendencia que tenemos a buscar y recordar información de una manera que confirme las creencias o hipótesis preexistentes. Las personas muestran este sesgo cuando recuerdan información selectivamente, sobre todo en cuestiones que nos afectan emocionalmente y para las creencias profundamente arraigadas.

En ocasiones nos podrán faltar datos o información, pero básicamente nuestro esquema mental funciona de esa manera. A mí, por ejemplo, me gusta saber qué informativos de radio o qué prensa lee la gente que conozco y no falla: créanme que por muchas excusas que pongan (porque algunos se defienden cuando te enteras de que escuchan tal emisora o leen tal periódico justificando que lo hacen por conocer otras opiniones distintas a las suyas), ahí se nos ve el plumero a todos. Sencillamente porque queremos oír que alguien con cierta autoridad en la materia piensa lo mismo que nosotros y se atreve a ponerlo negro sobre blanco o lanzarlo por las ondas. Buscamos el refrendo, el apoyo inconsciente y por eso a veces los desmentidos son francamente inútiles.

Todo esto no me lo invento yo, es que hay estudios que demuestran que, a pesar de que se han comprobado y demostrado las mentiras de Obama y de Trump, una parte de sus votantes fueron capaces de reconocerlas, pero no variaron un ápice su intención de voto.

Nuestro cerebro y nuestro corazón nos invitan a ignorar la información que no se ajusta a nuestros esquemas, por mucho que se verifiquen hechos que los contradigan. ¿Somos comodones? Seguramente, pero yo soy feliz escuchando las emisoras que me cuentan las cosas como me gusta oírlas.